Hay que sacudir al CNSS
La crisis de funcionalidad del Consejo Nacional de la Seguridad Social (CNSS), insólitamente paralizado desde hace cinco meses, no termina simplemente con un cambio facial.
La renuncia de su gerente general, Félix Aracena Vargas, tal vez ayude a mostrar el tamaño del iceberg que ha congelado la misión rectora de ese organismo, hasta ahora opacado por una divergencia entre dos, él y el presidente del Consejo, el actual ministro de Trabajo.
Que una cerrada disidencia entre las dos cabezas del organismo tripartito haya sido motivo para paralizarlo hace obligatorio, ya, abocarse a una reforma profunda de la ley que lo creó.
No es posible que el CNSS, llamado a imponer las reglas de trato en favor de los cotizantes de la seguridad social, tanto en los aspectos de riesgos a la salud, el empleo como de las pensiones, sea un ente inerte, rehén de los grupos de intereses que en él confluyen.
Su falta de funcionalidad, atribuible entre otras razones a los desacuerdos de sus dos cabezas, es lesiva a los derechos de protección consagrados por la Constitución, aparte de ser, a la vista de una sociedad asombrada, una falta de institucionalidad.
El CNSS tiene que sacudirse y someterse a su propia legalidad.
Y tiene que darle respuesta a la sociedad sobre las abusivas prácticas de hacer cobros anticipados a los pacientes que necesiten internamiento y a corregir las profundas distorsiones en los niveles de coberturas para consultas, cirugías, tratamientos y hospitalizaciones.
En definitiva, lo que debería derivarse de este tranque es una mayor voluntad del poder político y congresional para revisar y modificar la ley de seguridad social, hasta ahora una pseudo conquista de la sociedad.