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Inflación, la nueva pandemia

Cuando las economías del mundo parecían entrar en una etapa de recuperación gradual tras los embates de la pandemia del Covid, un nuevo viento inflacionario se expande como el coronavirus por todo el planeta.

Una de las economías más sólidas, la de Estados Unidos, registra ahora su nivel más alto en cuatro décadas, un 7 por ciento. El impacto de su estornudo, como se suele decir en parábola, equivaldrá a una “gripe” financiera para América Latina.

Entre los principales detonantes está el alza sostenida en el valor del barril del petróleo, los cuellos de botella en los despachos de los contenedores y los consiguientes aumentos en los fletes y los precios de las mercancías, más el encarecimiento y escasez de productos alimenticios.

A todo ello se agregan los enormes costos en que han incurrido los países para combatir la pandemia (compras de vacunas e insumos médicos), subsidios sociales, compensaciones a empresas y trabajadores y otros sacrificios destinados a estabilizar sus economías durante el vendaval.

La República Dominicana no escapa a la vorágine inflacionaria.

Por esa razón se ha visto forzada a recurrir a múltiples medidas de políticas monetarias y a extraordinarios incentivos para minimizar la inflación importada.

Así lo hizo, por ejemplo, al asumir el sacrificio de subsidiar, parcial o total, el precio de los combustibles.

El presidente Luis Abinader, cuyo gobierno no prohijó ni la pandemia ni la inflación sucedánea, tuvo que asumir el monto de RD$15,360 millones en esos subsidios el año pasado.

Ahora está en la disyuntiva de encarar un futuro sin subsidios a los combustibles, con la agravante de que el petróleo se ha disparado a cerca de 85 dólares el barril, una carga demasiado pesada, con inevitables efectos políticos y sociales.

La sociedad debe entender que este fenómeno, como el de la pandemia, desafía cualquier barrera y que el gobierno, en las actuales coyunturas, no tiene una varita mágica para esquivarlo.

Si el Covid nos hizo buscar atajos de emergencia para resistirlo, este viento pandémico de la inflación puede malograr muchos beneficios tangibles de la recuperación que alcanzamos en 2021, año en el que la economía, impulsada por el turismo y las zonas francas, entró en una ruta de crecimiento reconocida y elogiada por organismos regionales y mundiales.

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