Momento de unidad nacional

Delicada y crítica es la situación actual de Haití y, frente a ella, se impone un alineamiento patriótico de la socie­dad dominicana con las medidas que está tomando el gobierno para lidiar con ese peligro.

Es un momento de unidad nacional frente a la real amenaza que representa el poder expansivo y agresi­vo de las pandillas que hoy dominan Haití y que pue­den tener en nuestro territorio su mejor campo de profundidad.

La comunidad internacional todavía no parece es­tar consciente de que Haití está en una ominosa en­crucijada: o se hace el esfuerzo de rescatar del lecho moribundo la figura del Estado, o el país queda en manos de clanes armados incontrolables.

Todo cuanto pueda disponer el gobierno del pre­sidente Abinader para disuadir o impedir el ingreso ilimitado de haitianos mientras refuerza el control de los que viven aquí, legal o ilegalmente, se inscribe dentro de un abanico de planes preventivos impos­tergables.

La protección de la frontera es crucial. La línea limítrofe puede resultar quebradiza si se originara una avalancha hacia este lado, no solo de ciudada­nos que huyen al infierno sino de los mismos miem­bros de las pandillas que se disputan la hegemonía del control territorial.

El desenlace del secuestro de 17 misioneros ex­tranjeros por parte de una de las pandillas más po­derosas, no puede demorarse más. Ese será el punto de inflexión de esta crisis. De ahí se definirá el rumbo inmediato de Haití, sea cual sea el resultado.

Una intervención armada, con el visto bueno de las Naciones Unidas, es en definitiva la acción nece­saria para el rescate del alicaído Estado haitiano y, en un contexto como ese, la soberanía dominicana po­dría quedar comprometida.

Por su condición de vecindad, nuestro país no po­dría mantenerse al margen de una eventual inter­vención aún sin ser parte directa de ella.

Pero su lado fronterizo es, desde el punto de vista estratégico, la franja más segura para emplazamien­to de apoyos militares, terrestres o aéreos, en el caso de que se desencadene una guerra de resistencia, an­tes o como resultado de una intervención.

Son escenarios posibles que la sociedad debe sope­sar. El momento reclama la unidad de todos los sec­tores para no dejar solo al gobierno en el manejo de esta situación y de las posteriores repercusiones que ella podría tener en la economía, el orden y la estabi­lidad de nuestro país.

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