El chivo expiatorio
Mientras la comunidad internacional no mueva sus músculos para sacar a Haití de su atolladero, a nuestro país no le queda más opción que blindar militarmente su frontera y proteger y defender su soberanía a cualquier costo.
De ninguna manera puede asumir el papel de redentor de una nación en estado de coma que ha llegado a ese extremo por culpa de sus propios líderes, no porque la República Dominicana sea la razón de su tragedia.
Y lo que aparentemente quieren las grandes potencias es dejar que la crisis derivada de la violencia y la inseguridad engendrada por las luchas por el poder entre los haitianos, sea arbitrada, administrada y costeada por nuestro país, lo que jamás deben permitir los dominicanos.
El presidente Abinader, hablando ante las Naciones Unidas, describió muy elocuentemente lo que está ocurriendo en ese país. Y pidió a la comunidad internacional que asumiera una iniciativa para pacificar Haití y allanarle el camino hacia la recuperación del orden y la estabilidad política y económica.
Predicó en el desierto, porque con excepción de contadas muestras de apoyo estrictamente retórico o moral, ninguna nación ha querido involucrarse en el manejo de esa crisis. Y pretenden dejar sola a la República Dominicana cargando la parte más pesada de esa encrucijada.
¿Y por qué la comunidad internacional no ha dado el paso crucial?
Porque hacerlo equivaldría a asumir el costo y la responsabilidad de mantener una fuerza militar pacificadora, dar fondos a programas que aseguren suministros alimenticios, combustibles, acceso a servicios de salud, agua, educación y energía a un pueblo carente de todo, y ser de algún modo garante del éxito de esa reconstrucción.
Les conviene que sea República Dominicana, como pivote de la cancha, la que asuma todas esas responsabilidades en un esquema de fusión no declarada, con todas sus consecuencias sociales, culturales y económicas, y mientras esa sea la actitud, el país no debería caer en esa trampa.
Ahora mismo el despliegue militar en la frontera supone no solamente un componente tensional y estresante, sino un alto costo económico para la defensa de nuestro territorio, con recursos no presupuestados, pero a lo que no podemos renunciar.
No hacerlo así significaría exponer la línea fronteriza, la seguridad interna, la identidad nacional y los estándares de progreso, al azar de la historia, solo por actuar como el chivo expiatorio en un conflicto del cual otros son los culpables.