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El pandemónium

Con casi tres millones de vehículos y motocicletas circulando en la urbe capitaleña en las horas-pico, no hay magia ni soluciones rápidas a la mano para mitigar este desastre.

El problema ya está teniendo graves repercusiones en la estabilidad emocional de los ciudadanos, sean conductores o pasajeros en vehículos públicos o privados, y en la calidad del medio ambiente.

Ante un sobrecargado parque de vehículos de cuatro o más ruedas, cuya circulación por calles y avenidas es lentísima, se ha venido a sumar otro problema que pareció un recurso de emergencia para esquivar tapones: el “motoconchismo”.

La falta de moderación y educación de muchos que andan montados agravan la crisis tensional de los ciudadanos, produciéndose reyertas entre sí o frente a los agentes de tránsito.

El servicio de transporte masivo como es el metro y el que ofrecen los autobuses públicos y privados no ha aliviado ni resuelto la crisis de la movilidad.

Eso explica que cualquiera que gane 20 o 25 mil pesos procure individualmente su propia “solución”, comprando un motor o un carro coreano de diez años de uso, alargando así la gravedad del problema del tránsito y la contaminación ambiental.

Las autoridades parecen cruzadas de brazos, impotentes de dar respuestas inmediatas al desorden.

Los proyectos de ampliación de calles o avenidas o de construcción de nuevos elevados y pasos a desnivel, más el aumento de la capacidad de asientos del metro, tomarán su tiempo.

Eso presagia que todavía estamos muy lejos de las soluciones satisfactorias y que lo único que queda es armarse de paciencia, cordura y un blindaje antiestrés para seguir soportando estoicamente este pandemónium.

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