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EDITORIAL

Hay que frenar esta anarquía

Hay que frenar esta anarquía

Usando la violencia, el insulto y toda forma de resistencia o rebeldía, es común que civiles irrespeten a la franca a policías y soldados encargados del orden público en nuestro país.

De tan impunes que resultan estos actos, se han multiplicado los episodios en los que la autoridad creada por la ley es desobedecida o enfrentada si se trata de un simple conflicto de tránsito o si una patrulla va a un sector a impedir la violación del toque de queda.

Penosas resultan, por igual, las imágenes de agentes policiales o militares evidentemente mal entrenados emburujados con civiles que los maniatan o apalean y, a la inversa, los de una autoridad que descarga sus ferocidades sobre civiles como si se tratara de una lucha a vida o muerte.

Esto no es de ahora. Bajo la pandemia se han hecho virales estos forcejeos callejeros en los que ciudadanos atacan a la autoridad cuando esta lleva presa a una persona, liberando al arrestado y obligando a huir a los agentes.

Estas situaciones ocurren cuando se generaliza, en la sociedad, la percepción de que no existe autoridad que someta a la disciplina o al orden a quienes lo irrespetan, sean cuales sean las circunstancias. Si un gobierno permite que sus disposiciones sean burladas olímpicamente por los ciudadanos que deben subordinarse a ellas, la anarquía se abre paso hasta diluir la eficacia de las leyes y quebrar las estructuras creadas para mantener la seguridad ciudadana y nacional.

Cuando una situación así se sale de control se debilita la institucionalidad, la gobernabilidad y las capacidades coercitivas de la ley y puede poner al país en la ruta de la anarquía, la misma que prevalece en Haití, el mejor espejo para no entrar en ella.

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