La tormenta de precios
La imposición de medidas de austeridad en el gasto y la decisión de postergar la reforma fiscal son dos muestras de sacrificio a las que apuesta el gobierno para torear la “tormenta perfecta” de la crisis económica.
Allegar más recursos por la vía tributaria es, por lo general, la salida más expedita, pero en medio de las tribulaciones que nos ha causado la pandemia del Covid esa alternativa puede resultar contraproducente en estos momentos.
Pese al ominoso presagio del director del Presupuesto de que sin reforma fiscal podría producirse una “debacle total”, el gobierno ha preferido dilucidar todas las vías posibles para enfrentar la actual disyuntiva.
Y una de ellas ha sido la de consensuar una política de nivelación de precios, promover algún aumento salarial y apostar con fuertes inversiones a la producción agropecuaria.
Esta ha sido una insistente propuesta del Listín.
Es en este escenario en el que el gobierno debe concentrar todas las fuerzas de su artillería financiera, para lograr que la comida llegue barata a los consumidores sin lesionar los legítimos márgenes de ganancia de los productores, a los cuales ha apoyado con subsidios indirectos y financiamientos a tasa cero en algunos rubros.
Otro de sus sacrificios más ostensibles ha sido el de absorber las alzas en el precio internacional del petróleo para no traspasarlas a los usuarios, lo que equivaldría a encender la mecha de la carestía en los servicios de transporte, tanto de pasajeros como de mercancías, atizando los riesgos de estallidos sociales.
En el pasado reciente el gobierno promovió acuerdos con suplidores y fabricantes de productos de la construcción, para transparentar sus estructuras de costos y evitar aumentos en un momento en que se promueve la reactivación del mercado inmobiliario con “Familia feliz” y otros proyectos, y lo mismo hizo con los fabricantes de panes.
Así ocurrirá ahora con la mesa de análisis de los precios en alza, de la que se espera en diez días un catálogo de medidas para enfrentar la escalada.
Hasta ahora, la tónica del consenso sustituye a la de las medidas unilaterales o de fuerza para imponer controles.
Los sectores convocados deben ser los primeros en poner de lado intereses mercuriales para comprometerse con una política de mitigación inflacionaria que preserve la paz social y la buena marcha de la economía.