Vayamos al cierre
Frente a la fuerte embestida que está descargando en estos días el coronavirus, reforzado con distintas variantes de rápido contagio, es preciso plantearse un confinamiento general de dos semanas.
No se trata de una idea descabellada ni mucho menos caprichosa.
Es el desesperado consejo que están dando las principales sociedades médicas del país, a la luz del congestionamiento de hospitales y clínicas con centenares de pacientes críticos o en trance de serlo tras ser atrapados por el virus.
Si bien es cierto que la vacunación avanza y cubre un amplio número de ciudadanos, lo que nos da una esperanza firme en la inmunización de rebaño en un futuro no lejano, lo real es que nos encontramos en una espiral de contagios que no se desorganiza si no es con el cierre.
Esto no es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Otras naciones que lograron vacunar a más de la mitad de sus poblaciones sufrieron un retroceso en la lucha al detectar nuevas variantes más fáciles de trasmitir y circular y, sobre todo, más letales.
Así como avanza la campaña de vacunación en nuestro país, así crece la resistencia de las variables del coronavirus a esta ofensiva biológica.
De hecho, los especialistas dicen que en la medida en que más gente se inmuniza y le resta espacio de gravitación al virus, más se atomiza el SARS-CoV-2 con nuevos sucedáneos.
Eso es lo que está sucediendo ahora. Con una tasa de positividad por encima del 25 por ciento, no tenemos muchas alternativas que cerrar y apurar el trago amargo que implica sacrificar la dinámica de una economía y un turismo en crecimiento.
Por eso es necesario reforzar y organizar la estrategia de vacunación en medio de una cuarentena general, y temporal, que nos permita por unos días ocultarnos del Covid hasta hacerlo recular o perder, como dicen los beisbolistas, por “forfeit”.
Es un precio fuerte que tenemos que pagar lamentablemente, para enfrentar esta ominosa tercera ola.