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Policía sin delincuentes

O entraron siendo delincuentes o se hicieron policías delincuentes. Este es el punto clave que debe de esclarecerse para saber por qué tantos agentes de la Policía son más delincuentes que guardianes de la seguridad ciudadana.

Si disimularon u ocultaron su marca delictiva de origen, o si dentro de las filas policiales se transformaron en delincuentes, es obvio que fallaron, en su momento, los elementos claves de una depuración y de la debida vigilancia, para impedir que contaminaran de la forma en que lo han hecho, la imagen y la misión de la Policía Nacional.

El envolvimiento de agentes policiales, a distintos niveles, en actividades delictivas o ilícitas, como los atracos, robos de residencias y mercancías, venta de drogas, asesinatos, secuestros, extorsión, tráfico de personas y falsificaciones, ha dañado la imagen de la institución y la ha hecho perder lo que debería ser su mayor activo: la confianza de los ciudadanos.

La revelación de que fue un raso el que mató al brillante joven universitario Albert Ramírez Alcántara de un tiro en la cabeza para poderle despojar de su teléfono celular, justamente a pocas horas de la ceremonia en la que se graduaría con altos honores en Educación, ha puesto al desnudo la presencia de células criminales, como un cáncer aun no extirpado, del cuerpo policial.

Buen ejemplo ha dado el director de la Policía, mayor general Ney Aldrin Bautista Almonte, al descubrir e identificar públicamente al autor de este bárbaro acto criminal, sacarlo deshonrosamente de las filas policiales, ponerlo a disposición de la justicia y reafirmar su propósito de depurar a la institución de estas escorias humanas.

Con ello demuestra que el alto mando policial no está para apañar ni abrigar a los delincuentes que siguen todavía en sus filas, agazapados, valiéndose de su condición de autoridad para delinquir. Lo que procede es que se revisen los mecanismos de prueba y depuración de todos los que están y de los que se ofrecen para ingresar a la Policía.

Esa limpieza no puede demorar más, porque el germen de la contaminación sigue activo y capaz de seguir produciendo actos tan deleznables como los de atracar y asesinar a inocentes e indefensos ciudadanos, de los tantos y tantos que ya han sido provocados por agentes innobles que han manchado la imagen de la institución a la que la sociedad le ha confiado su cuidado y protección.

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