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El bueno, el malo y el feo

Ellen Pérez Ducy, Economista sénior Economía Inteligente, República Dominicana.

Ellen Pérez Ducy, Economista sénior Economía Inteligente, República Dominicana.Fuente externa

En la película del mismo nombre tres buscadores de tesoro tienen cada uno una pista que resulta insuficiente para identificar el lugar correcto. Algo así nos pasa en términos fiscales.

A saber, nuestra visión fiscalista deriva de una visión sobre las funciones del Estado. Si creemos que el Estado debe proveer para todos, entonces concebimos un Estado benefactor, patriarcal. Si creemos que debe promover la igualdad, porque todos somos iguales, entonces visualizamos un Estado justiciero, redistribuidor. Si creemos en un Estado facilitador de la actividad económica y respetuoso de las libertades y capacidades individuales, entonces concebimos un Estado legislador, pequeño, que diseña y supervisa el funcionamiento de mecanismos de mercado e instituciones sociales que proveen oportunidades y participaciones justas a todas las partes.

Un problema conceptual que tenemos es que hemos igualado la democracia con la necesidad de un Estado benefactor. Esto es incorrecto ya que deriva en que el voto popular se dirige a quien más beneficios y gratuidades promete.

Y aquí el orden de los factores importa. Es casi imposible ejercer como Estado benefactor en una economía que produce insuficientemente. Solo logrado cierto crecimiento y afluencia es posible lograr esto de manera sostenible.

¿Tal vez para el crecimiento económico lo que se requiere es más un estado regulador de los excesos del sector privado que facilite los canales para una dinámica actividad económica? La evidencia sugiere que solo cumplida esta fase podrá convertirse al Estado en un ente redistributivo y hasta benefactor de sus poblaciones marginadas. América Latina ostenta varios ejemplos recientes de festines redistributivos que duraron hasta que se agotara el tanque del carro y luego cayeron en las peores de las depresiones de las cuales se les hace muy difícil salir sin cambios institucionales radicales.

Cuando la mayor parte de la población está excluida del sistema formalizado productivo, ¿cómo puede gerenciarse un estado benefactor? El reto es progresivo, pues mientras la economía avanza a pequeños pasos, la población (sujeta al influjo de migrantes), y sus expectativas, solo aumentan.

Esto explica la inclinación a apoyarse en el endeudamiento externo como manera de financiar con recursos internacionales lo que no es posible costear domésticamente. Súmese a esta estrategia la añadida ventaja intertemporal de poder postergar los repagos hacia periodos de gobiernos futuros evadiendo responsabilidades.

Resultado: en 2023 los intereses de la deuda externa (RD$124.5 mil millones) absorbieron el 11.8% de los ingresos presupuestarios. Reformular esto requeriría renegociar contratos legales y comprometer la credibilidad del estado dominicano en los escenarios internacionales reduciendo su capacidad de buscar nuevos fondos.

El estado benefactor dominicano asigna dos grandes partidas de su gasto a rubros populistas: RD$ 119.6 mil millones (11.2% de los ingresos de 2023) a prestaciones sociales y RD$ 75.3 mil millones (7.2% de los ingresos) en subsidios eléctricos. Solo retornar estos gastos sus niveles de progresión normal post-pandemia (2021) resultaría en ahorros cuantiosos de unos RD$ 65,000 mil millones o la tercera parte del déficit.

A tener en cuenta, también se tiende a confundir el estado ‘pro-business’ con el estado dador de prebendas y privilegios a empresarios. Ese es un estado benefactor, no ‘pro-business’ ya que esas medidas suelen dificultar la entrada de otras empresas afectando el principio de la competencia.

Estos aportes buscan mantenerse mediante nuevos impuestos que permitirían ampliar los gastos del Estado tanto en rubros establecidos como en nuevas erogaciones. A menos que alguno entienda que hay cero ineficiencias o despilfarros, la reducción de estos permitiría ofrecer el mismo nivel de servicios necesarios a menor costo. Mas importantemente, permitiría a la reforma fiscal establecer un objetivo balanceado que no derive en crecientes déficits estructurales.

En materia fiscal la literatura nos dice que las reformas exitosas han contado con tres elementos centrales. Estos son apoyo público a la reforma del Estado, objetivos claros del Estado y simplicidad del código tributario.

Esto así, entendemos que el mismo Estado debe redefinir su rol (benefactor, redistribuidor o regulador imparcial) para definir sus gastos ineludibles y sus necesidades de financiamiento. Esto es particularmente importante visto un contexto de probables alzas de tasas de interés internacionales.

Un último detalle: si bien nunca es buen momento para proponer un aumento de impuestos, la desaceleración esperada en el entorno internacional durante 2024 no proveería el mejor trasfondo para tomar medidas que, al menos inicialmente, restarían recursos al sector privado para sus inversiones, limitando la generación de empleos y el consumo. ¿Caeríamos entonces en la necesidad de mayores subsidios sociales? Por esto, la forma de la reforma es muy importante.

Al final de la película se presenta un dilema: cada personaje requiere de la cooperación de otro, y, más crucialmente, tener confianza que ninguno se aprovechara de su aporte sin compartir el botín acordemente. Nosotros también necesitamos guiarnos por un objetivo común, mantener a la República Dominicana como un ejemplo de crecimiento económico cada vez más inclusivo en la región, ahora con mejoras cualitativas integradas, regido por un Estado facilitador de la generación productiva. Posponer la reforma del Estado no solo costará más caro, también reducirá nuestras opciones en el futuro. 

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