REFLEXIÓN

Sal y luz

En el Evangelio de hoy, según San Mateo 5 13-16, Jesús nos dice que nosotros somos la sal de la tierra y que si esta no “sala” (es decir si es sosa, si no da sabor) no sirve para nada; también nos dice que somos la “luz del Mundo” y que si esta se apaga trayendo oscuridad tampoco sirve para nada. Y Jesús nos exhorta a ser la sal y la luz que brilla delante de los hombres “para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos”. El Evangelio es claro al hacer la comparación de la Sal y la Luz ya que nos dice que si hemos aceptado el evangelio no podemos quedarnos tranquilos y debemos salir a hacer el bien en obras y palabras de tal modo que nuestro accionar “ilumine”, guíe y contagie a los demás. Como cristianos tenemos la responsabilidad, el compromiso de trabajar por un mundo más justo y no dejarnos llevar de la pereza. Debemos cuando hagamos nuestras obras de bien, hacerlo con alegría y sin esperar nada a cambio y hacerlo como un hábito, no como algo que tenemos que hacer para alcanzar algo. Que nuestra luz irradie alegría y paz, no desconsuelo. Cuando yo, al asistir a un cursillo que imparte el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, entendí que el cristianismo no era sólo una religión, sino una manera de comportarse, actuar ante los demás siguiendo y poniendo en práctica el mensaje de Cristo, mi vida cambió para siempre en el accionar con el prójimo; ya han pasado más de 26 años que viví esa maravillosa experiencia y muchas veces me pregunto: ¿Soy luz para los que me rodean, para mi familia? ¿Me conocerán por mis buenas obras? ¿Darán gracias al Altísimo por esto? Sólo Dios lo sabe. Pero yo estoy convencido que si sigues a Jesús y su mensaje, tu vida cambiará para siempre como cambió la mía. Hermano, trata desde hoy ser tú también “luz y sal” en el mundo y verás cómo tu vida tendrá otro sentido, porque con la Gracia de Dios podrás lograr que brille la luz ante los hombres iluminando y guiando su camino.

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