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Soy madre, ¡Necesito ayuda!

las madres tenemos el gran reto de aprender a administrar sabiamente nuestro tiempo

Muchas veces desfallecemos cuando admitimos que no podemos hacerlo todo y que necesitamos ayuda. Somos muy hábiles para resolver a otros pero no dejamos que nadie nos ayude. Cuando se rompe un juguete, lo pegamos. Cuando se ensucia la ropa, la lavamos. Cuando la nevera esta vacía, la llenamos. Sin embargo, no se nos ocurre pedir ayuda cuando nos sentimos abrumadas y cansadas. Aprender a conquistarte a ti misma es el primer paso en aceptar que necesitas ayuda. Tal vez eres madre soltera y todo lo que puedes hacer es llevar a tus hijos a la guardería, ir al trabajo y regresar a la casa para alimentarlos y acostarlos. Tal vez eres casada pero tu esposo trabaja muchas horas y pasas mucho tiempo sola con tus hijos. ¿A dónde puedes conseguir ayuda? La Biblia nos motiva a buscar ayuda en otros: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Eclesiastés 4:9-10) ¿Quiénes son tus ayudantes en la tarea de ser madre? ¿Tu mejor amiga? ¿Tu esposo? ¿La profesora de tu hijo? ¿Tu niñera? ¿Tu vecina? Aunque las madres tienen compromiso con sus hijos 24/7, se puede buscar ayuda para compartir la responsabilidad. Hay ayuda disponible, pero tenemos que aprender a ayudarnos a nosotras mismas. Tenemos que reconocer y admitir que a veces no podemos hacerlo todo. No tenemos que aceptar sentimientos de culpa ni sentirnos débiles, sino admitir que es una necesidad normal. La maternidad no fue diseñada para llaneros solitarios. Una persona no es suficiente para criar un hijo en un mundo tan complejo y peligroso como en el que vivimos. ¿Quiénes pueden ser tus ayudantes? Tu esposo puede ser el compañero ideal para ayudarte con los hijos. Pídele ayuda de manera clara y sin indirectas. No esperes que él adivine cómo te sientes. Resiste la tentación de explotar con enojo en momento de frustración. Si vas a dejar que tu esposo ayude, no critiques su forma de trabajo. Dale tiempo. Reafirma que no estás abandonando tu rol, sino que estás reconociendo tu necesidad y limitaciones y aceptando la realidad que no puedes hacerlo sola. Segundo, aunque parezca imposible, tus hijos pueden ayudarte. En su libro "Do I have to?" ¿Tengo que hacerlo?, Patricia Sprinkle declara que el propósito final de ser padres es ayudar a nuestros hijos a que salgan de nuestras vidas. Si ella tiene razón, entonces mejor es que comencemos a empoderar a nuestros hijos desde pequeños para que comiencen hacer por ellos mismos lo que tendrán que hacer por ellos mismos más adelante. Las habilidades aprendidas en la familia nuclear serán reflejadas en su futura familia y relaciones. Finalmente, la mayor ayuda que cada madre puede tener es Dios. Él dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Dios siempre está presente y listo para ofrecernos la ayuda más consistente que podemos encontrar. Cuando nos volvemos a Él en oración, Él escucha y responde con amor y cuidado. Si Jesús necesitaba orar por sus quehaceres diarios, cuanto más nosotras necesitamos orar por esta hermosa y desafiante tarea de ser madres.

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