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La Navidad, época de plenitud

Francia Tejera de AponteSanto Domingo

Sin importar preferencia política, identificación religiosa o condición social, muchas cosas ocurren en este tiempo que hacen que el corazón desborde alegría. Algunos aseguran que con sólo escuchar la música de los ya clásicos villancicos, algo ocurre en su interior, porque sin proponérselo, el corazón y el rostro se llenan de alborozo. Este gozo se expresa de forma diversa: algunos pintan y decoran sus casas, otros dan regalos; preparan suculentos manjares y esperan con ansias el día de Nochebuena para sacrificar al cerdo, pollo, pavo o lo que su gusto y posibilidad le permitan. Las calles se ven colmadas de gente y el corazón se torna generoso. Navidad tiene que ver, en esencia, con el nacimiento de Jesús, aquél que con su vida y su muerte, dividió y marcó la historia de la humanidad. Por eso, toda la comunidad cristiana, sin importar denominación, festeja este tiempo pues en común tienen a Jesús. Curiosamente, esta temporada de alegría, se ve empañada por eventos desagradables, porque parte de lo que caracteriza este tiempo son los excesos... Abusamos del descanso, al acostarnos más tarde; nos volvemos desordenados en los hábitos alimenticios, y se “nos va la mano” con las bebidas alcohólicas. Me pregunto por qué, si sabemos sobre un mal resultado, igualmente insistimos en hacer aquello que nos causará mal. Abusamos en Navidad Definitivamente las exageraciones, los gastos excesivos y la pérdida selectiva de memoria, al olvidar que dentro de pocos días comienza un nuevo año, con nuevos retos y compromisos que enfrentar, donde se requerirá, no sólo de dinero, sino también de una mente en estado de alerta. Lo paradójico es que así como otros se alegran, la tristeza y la melancolía invade el corazón de muchos y esta fiesta se convierte en la razón de la desdicha y sinsabor de familias completas, porque se conectan emocionalmente a eventos dolorosos del pasado, a recuerdos de seres amados que ya no están; a un amor perdido o a mejores tiempos económicos que dejaron de ser. Lo cierto es que esta bendita fecha está siendo desvirtuada. Sí, es verdad que es tiempo de gozo, diversión y fiesta, pero debe ser un tiempo de reflexión. Porque si Jesús nació hace tantos años atrás, no es justo que en el día de hoy no haya nacido en tu corazón. Lo que debe generar esa alegría desbordante es la paz interna que produce relacionarse con Cristo. Nada en la vida supera contar con el amor de Dios. Recuerdo a un rey muy famoso, que consiguió notoriedad por su inmensa sabiduría, por su afinidad con el buen vino y por su gusto por las mujeres. El rey Salomón, aun siendo un buen catador, en uno de sus escritos dijo: “Mejores me son tus amores que el vino…” Aunque era un poema de amor, hace una clara alusión al amor de Dios, que es capaz de llenarlo todo, y ese amor le da plenitud al ser humano. ¡Qué bueno fuera que en esta Navidad comprendiéramos esta gran verdad! Gozar del favor de Dios Cuando Jesús hizo su aparición en el pesebre, un grupo de pastores que estaban en el campo cuidando su rebaño, presenciaron claramente cuando una multitud de ángeles dio el anuncio y cantaban gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra. ¡Buena voluntad para los hombres! Eso vino directamente del cielo, seres angelicales llenaron el espacio con su especial melodía, avisando a los hombres que el tiempo de la mediocridad había llegado a su ocaso; que la amargura y la tristeza ya no tendrían razón de ser, y que al fin, los hombres gozaban del favor de Dios. Ese favor aún está vigente y lo puedes aprovechar. El amor de Jesús, expresado al nacer en el pesebre, al morir en la cruz y al vivir en tu corazón, está por encima de cualquier deleite, porque acompaña tu soledad, alegra tu tristeza, pone dulzura a tu amargura, pone abundancia a tu escasez; trae salvación a tu extravío, le da libertad a tu esclavitud y aumenta el gozo a los que están alegres… Si el rey Salomón, acostumbrado a disfrutar de un buen maridaje, descubrió que esos banquetes eran inferiores al gran amor de Dios, nosotros podemos llegar a esa misma conclusión en esta época especial, y decir: “Jesús, mejor me es tu amor que la cena de Nochebuena, que el buen vino que me llegó en la canasta o que compré. Disfruto de tu amor más que las fiestas, la decoración y las luces. ¡Tu amor es mejor…!”. Feliz Navidad. Dios te bendiga. No te dejes engañar: para estar feliz, no necesitas perder el sentido por el alcohol, sino tener a Cristo en el corazón.franciatejera@gmail.com

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