Poco, pequeño, posible y progresivo

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Carol, Flor, Mari Trini, Rosa, Frankelly, Ayack, Frank, mi esposa Ana Margarita y yo formamos parte de un grupo de amigos que nos juntamos los jueves cada 15 días para conversar sobre nuestras vidas. Somos miembros de la Comunidad de Vida Cristiana en República Dominicana (CVX-RD), movimiento laical compuesto por hombres y mujeres que hemos encontrado en la espiritualidad ignaciana un modo particular de seguir a Cristo y responder a su compromiso con la historia y el mundo.

Hay anclas que tiran de la vida y nos ayudan a permanecer en los puertos donde se forjan nuestros sueños. Ser parte de una comunidad mundial que está presente en los cinco continentes y en contextos culturales, religiosos y económicos muy diversos es una riqueza invaluable. Vengo de una familia CVX; crecer en ese entorno me ayudó a ganar en valores que desearía transmitir a mis hijos. Pude ver a mis padres y tíos colaborar en servicios de ayuda a los demás, gracias a esa organización mínima que brinda este movimiento laical.

En medio de las lejanías y el extrañamiento que representa migrar, poder encontrar un grupo de personas con capacidad de acogida fue un oasis esperanzador que me alentó. Alfonso Salgado, miembro de CVX, escribió una integral definición de su identidad: “entender la vida como misión, descentrar el corazón poniendo en su centro al prójimo”.

Por estos días, la CVX-RD realizó su asamblea anual. En este ejercicio de comunidad he podido aprender que vivir con sentido no es hacer más cosas, sino hacerlas desde el corazón. Tengo una amiga paraguaya llamada Myriam Benegas que me compartió las claves de un estilo de vida que ha escogido la CVX de aquel país y que me parece útil para aplicar en cualquier sitio. El promotor de este modo de proceder fue Alberto Brito SJ, quien al ver que en ocasiones los cevequianos deseamos hacer muchas cosas, recomendó: “es pertinente siempre empezar con lo poco, hacer lo pequeño, intentar lo posible e ir progresando”.

Poco, pequeño, posible y progresivo son caminos que se hacen realidad cuando uno ve proyectos que, apoyados por este movimiento de espiritualidad ignaciana, impulsan el sueño de una educación de calidad en la periferia guaraní, siembran árboles en Santiago de los Caballeros o acompañan a personas de la tercera edad en Cuba. En La Habana pertenecí a una precomunidad acompañada por un santo de la puerta de al lado, el padre Jorge Cela SJ. Aquí en República Dominicana somos acompañados por un excelente filósofo, Pablo Mella SJ. La visión que tengo de estos dos jesuitas es que han tratado de ser parte y ven que la principal misión del cevequiano es hacia fuera de la Iglesia. Una vez le escuché decir a Pablo algo interesante: alguien le preguntó cuál era la mística de la CVX, y él dijo: “evangelizar los ambientes donde ustedes- los laicos- hacen vida cotidiana”.

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