Desde la última butaca

Los créditos en el cine

Casi nadie se detiene ante esas letras pequeñas que suben por la pantalla en breves minutos. Muchas veces los nombres no tan sonoros. Sin embargo, todos ellos hacen posible una película.  

El cine también es un producto cuyos técnicos andan en bajo perfil. Y la suma de ellos logra que seamos o no felices frente al televisor o dentro de una sala oscura.

La mayoría de los consumidores de cine considera que el desfile de créditos al finalizar una película corresponden a figuras poco importantes, técnicos del montón, a quienes hay que agradecerles, de alguna forma, el hecho de caminar sobre mojado.

Mucho público no los digieren. Abandona el cine mientras sin tener en cuenta que ese personal sabe lo que hace. Suben por la pantalla, porque, según los espectadores: solo hacen perder valiosos minutos de sus vidas.

No saben, ni imaginan qué pasaría en un filme sin ellos. Pocos saben que impiden chapucerías; se esmeran en tocar el rostro ajeno, sujetar cables, limpiar los focos, descubrir locaciones; buscar breafing a los actores, recoger desperdicios, apartar curiosos, en fin, hacer lo que nadie se imagina para limpiar el rostro a una obra.

El reconocimiento a estos héroes del cine (reciben salarios muy discretos por lo que hacen), tiene otro ángulo que pocos descubren. Muchas figuras incluidas en esas listas de paso rápido que nadie quiere reconocer como buenas y válidas, son la vida de una cinta. Si alguien se detuviera en leer esos perfiles laborales, caería de bruces. Pero pocos los descubren. Según la voz populi no hay tiempo para aplaudir a las figuras de nombres no sonoros, ni mucho menos “apuntar en las páginas del asombro”, a esos descubrimientos “menores”. La prisa por salir “del aire” cuando el filme aparentemente se termina, es incapaz de reconocer, aplaudir o al menos acudir al recurso del silencio para respetar a esos héroes anónimos que saben sacar el polvo del camino, apartar rinocerontes y murciélagos del área donde deben transitar sinsontes y pavorreales.

Cada director lleva su propio “libro” bajo el brazo. Y cada productor, también. Los más experimentados tienen a mano una lista donde incluyen a muchos de esos luchadores. No es que pidamos llevarlos a la pantalla como protagonistas, pero tampoco perder el vuelo que nos llevará a un pequeño espacio final donde lo que vale y brilla, al menos, tiene nombre y apellidos.

 

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