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Diciembres iniciales, de Mariano Peyrou

Darío Jaramillo AgudeloBogotá, Colombia 
Tomado de su blog “Gozar Leyendo”

Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), residente en España desde los cinco años, es el escritor español que más me interesa. Autor de muy originales novelas, de estupendos libros de ensayos, traductor, ante todo Peyrou es un poeta notable que ha seguido un camino curioso, por vías marginales, en donde se refunden sensibilidad y lucidez, inteligencia y originalidad.

Bestia Lectora, una magnífica página literaria, incluye un comentario, supongo que original, de Tes Nehuén, que dice: “La poesía de Peyrou siempre ha apostado por eso: una forma de entender el lenguaje por lo que podría decir y no dice, por desentonar la verdad del centro y buscar otras posibles verdades –que nacen de la contradicción, de la incoherencia y de la desesperación que a todos nos alimenta–. La verdad, que siempre es pequeña, y a veces invisible, pero siempre valiosa. «Lo efímero está ahí y es infinito». Todo poema es una exploración del lenguaje en la estética de Peyrou. La forma se impone como búsqueda inquieta sobre lo invisible, pronuncia la sombra y revela una verdad-semilla que destaca por su insignificancia. Y ahí, en ese instante de encuentro como lectora con la palabra precisa, algo nos conmueve profundamente (…). La poesía de Peyrou nace de esa herida, de esa piedra mohosa que interfiere en el significado, y desde ahí crece, se eleva. ‘Al mirar un túnel conviene no fijarse en su luz sino en su oscuridad’, leemos. Y poco después dirá: ‘La luz está quieta / la oscuridad se mueve’. En Peyrou todo es movimiento, y este libro es la confirmación de una actitud frente a la movilidad. ‘Lo más interesante de la vida no son los momentos de máxima intensidad. (...) Lo mejor es el vaivén’”.

Atrevido, de repente hay unos textos que no son poemas sino ‘notas para una poética’, donde dice cosas como éstas:

“Lo más interesante de la vida no son los momentos de máxima intensidad. Tampoco los momentos de rutina en que parece que no pasa nada. Lo mejor es el vaivén”.

“Daniel tiene dos años y corre detrás de las palomas. Un tipo le ofrece enseñarle a atraparlas. No se da cuenta de que Daniel no quiere atraparlas sino hacerlas volar”.

“Deseo ese misterio que no surge de la ignorancia sino de la investigación”.

“El fragmento es notoriamente infinito, deja una huella infinita: solo la completud otorga la facultad de concluir”.

“Daniel tiene dos años. Dibuja unas rayas en un papel y dice que está escribiendo. Y hay quién defiende que la poesía es ante todo comunicación”.

“La realidad nunca ha hablado un lenguaje realista”.

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