Ventana

Un vuelo alto

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Maneja muy bien esa forma de contar directa que a las pocas palabras involucran al lector, lo someten a la historia narrada por los personajes o por el mismo Miguel Yarull, tanto como la verosimilitud de lo narrado, o sea uno se lo va comiendo ese cuento tranquilito o medio friqueado -dependiendo de la atmósfera- y eso hace que uno sienta que de pronto ese tono, esa forma de contar, bien puede implorarnos ayuda, tanto como vendernos entre alabanzas a la mafia china o mandarnos al carajo sin ningún problema, con esa gracia o soltura de las palabras que tienen algunas personas de carne y hueso en la calle, lo que para colmo hace todo mucho más creíble o simplemente real. En términos más domingueros, la universalidad y -valga la redundancia- la verosimilitud de lo narrado rueda por sus páginas.

Los cuentos del libro Turbulencia, para nada me sorprendieron, pues su autor Miguel Yarull, es una de esas personas que no paran de trabajar, de escribir, de hacer música, que no paran un segundo de aportar, de fuñir un chin más la paciencia, de inspirarnos, de ponernos a pensar, incluso es una de esas escasísimas personas que no paran de sorprendernos.

Tanto el tono coloquial como el sentido de humor y la longitud de las historias, como su orden en este libro de cuentos, en su mayoría breves, llamaron mucho mi atención, pues al escribir cuentos es fundamental poner especial atención a estos asuntos y sólo hay una palabra para expresar tales cualidades, que posee este libro sin perder el tono narrativo, versatilidad.

Cuentos breves y muy abruptos en los que no impera, pero de pronto nos encontramos con la sorpresa final, pues también le da suma importancia a la atmósfera, en ocasiones preponderante, sino la forma en que están hechos o tejidos tal y como las escuchamos en cualquier esquina, claro con toda la propiedad narrativa que sólo da la madurez del oficio. En otras palabras, y dejémonos de teorías y de tanta finura: Hay que tener esta Turbulencia de Miguel Yarull

Es un libro que constantemente me hizo reír y a la vez me obligó a pensar las historias tanto como las situaciones narradas y los personajes, en los que me vi muchas veces, más de lo que yo hubiera querido, reflejado. Me parece sorprendentemente atinado que la historia que de título al libro, narre un vuelo de Santo Domingo a Nueva York. Todo el que quiera pasar un rato muy particular debe tomar ese vuelo.

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