Pasar por esas aguas y por la Feria del Libro
Desde niño he asistido a la feria del libro de esta ciudad. Es uno de esos eventos que me hacen recordar mucho a mi papá en los años de mi infancia, pues siempre nos llevaba junto con mi madre, a mis hermanas y a mí. La importancia de los libros es algo que desde muy niños nos transmitieron ambos, no es casualidad que tanto mi hermana Larissa como yo, escribamos versos. Ella desde muy niña comenzó a escribir y a leer con mucho interés. Yo por un asunto de verla tanto en eso, comencé a hacerlo a regañadientes, para saber de qué se trataba eso de leer y resultó que me gustó un montón.
Mi padre nos transmitió siempre que la feria del libro es uno de esos eventos a los que todo el mundo debía asistir, además con tan sólo preguntarnos de buenas a primeras: -¿A que ustedes no saben para donde vamos esta tarde? Oh, ¿y pa’donde más va a ser? ¡A la feria del libro! Y esa alegría es la misma con la que viven los libros en nuestras casas, pues fue algo que mis padres fecundaron en nosotros desde muy temprana edad. Nos transmitían esa alegría de tener algo maravilloso que hacer y la sonrisa bien abierta de mi papá tomaba el control de la atmósfera, de la casa, de la conversación y nos enseñaba esa causa noble, esa forma de felicidad, esa acto tan sencillo como personal y humano, además de muy entretenido y cultural: Leer.
No se trata ahora de recorrer mi vida retomando el tema, lo que perfectamente podría hacer, pero prefiero abordarlo con la importancia que merecen los libros y el hecho de que siga siendo maravilloso poder de alguna forma pasar por la feria del libro.
Siempre he pensado que las cosas tiene el valor y la importancia que les demos, tener un libro en las manos nos hace tan importantes como el libro mismo que sostengamos, aún cuando sea una revista de vanidades o un paquito de superhéroes, lo que sea que sostengamos para leer de inmediato abre un cauce en nosotros, que nos lleva y nos trae tan a nuestros inicios como a nuestros más insospechados hangares del subconsciente, nos traslada a través de nosotros mismos por todo el universo que somos.
Claro que un libro siempre puede ser tan inmediato como una pulsera de colores, pero a la vez siempre puede ser un gran dique que permita el paso de un una gran nave por un río, por todo un continente. Eso es lo más poderoso, un libro siempre depende de lo que somos para darnos las revelaciones, los pensamientos, las amarguras o lo que sea que nos dé. Al pensar en literatura, en letras, en palabras y en pasar páginas para la izquierda, me resulta muy normal -aun cuando sea forzado- compararlo con las aguas de un río, tal vez es sólo mi sensación, pero me resulta tan natural como mirar hacia arriba cuando pienso en el cielo.