«El imposible perdón», novela de Carmen Imbert Brugal
Aunque todos la conocen por su trayectoria como jurista, académica, comunicadora y jueza de la Junta Central Electoral hace unos años, lo cierto es que Carmen Imbert Brugal (Puerto Plata, 1955) ha cultivado la poesía, la narrativa y el ensayo desde 1983, cuando publicó su poemario «Palabras de otros tiempos y de siempre». Después, a grandes intervalos, llegaron sus libros de cuentos, ensayo («Tráfico de mujeres», 1991) y novela («Volver al frío», 2003), siendo la más comentada, «Distinguida señora» (1994), que recibió numerosas opiniones críticas.
Carmen Imbert es una profesional de temple, aguerrida, luchadora por una sociedad más justa e igualitaria, pero también una mujer de gran capacidad teórica y reflexiva, algo que pone de manifiesto en sus escritos en la prensa y sus intervenciones en la televisión, así como en sus cátedras en universidades de prestigio, como la UNPHU, UNIBE e INTEC.
«El imposible perdón», su más reciente obra literaria, constituye una exploración de los sórdidos laberintos de la dictadura dominicana en el siglo XX, tomando como punto de partida el régimen de Rafael Leónidas Trujillo, para culminar con la dictadura constitucional de Joaquín Balaguer. Los nombres de ambos nunca son mencionados explícitamente, pero figuran en forma de símbolos y guiños, como telar ominoso que ensombrece el accionar de un puñado de personajes que encarnan el binomio «víctima-victimario», en un espantoso retablo del horror y la degradación.
Con una escritura incisiva que parece trazada con un escalpelo de tinta, «El imposible perdón» realiza un minucioso escrutinio de motivaciones y conductas individuales y colectivas. A través de la mirada implacable de la autora, van apareciendo ante el lector las lacras que caracterizaron aquella larga etapa de opresión: el colaboracionismo, la adulación, el espionaje, la delación, la tortura, el enriquecimiento ilícito, el acoso, el asesinato, entre otros. Se trata, en suma, de una rabiosa crónica del envilecimiento, cuyos promotores y ejecutores, como indica el título de la novela, no merecen perdón ni olvido.