Privilegios

Gracias a mi muy buen amigo Jaime Guerra, tengo esta máquina de escribir. Él me la prestó sin saberlo, gracias a mi otro buen amigo, el editor Miguel de Mena, quien antes de pasármela le puso una cinta nueva y además agregó como siempre, alguna expresión emotiva en son de apoyo: -Ahí la tienes nítida, Homerazo.  

Mientras redacto estas líneas, el taque-taque de la máquina de escribir, lento por mi torpeza, me hace viajar más de 30 años atrás, cuando tomé un curso para aprender a usar máquinas de escribir, en APEC o en el Museo de Historia. 

Yo sabía que quería ser escritor, pero siempre escribía a mano, en libretas, papeles sueltos o servilletas, y mi padre un día cualquiera, al ver algún borrador, le dijo a mi madre: 

-Parece que es verdad que Homero quiere escribir.

A lo que mi madre le respondió: -Si, pero esas letras son patas de gallina, ni él mismo se entiende. 

Mi padre terminó: -Eso no tiene que ver con la escritura jijiji, es muy joven, apúntalo.

La cuestión es que aprendí a usar una máquina de escribir hace mucho tiempo y ahora me valgo de ese recuerdo que vino a mi mente al comenzar a teclear la primera frase, para redactar estas líneas.

 A veces pienso que algunas cosas tienen beneficio extra, ayudan a pensar, aunque sólo sea una consecuencia del movimiento que generan, quiero decir del movimiento necesario para usarlas. 

Ahora pienso que es sólo un pensamiento no externado nunca por mí antes y que en este momento, con tan sólo sentarme frente a la máquina de escribir, fluye, como si el pensamiento no externado nunca antes, al ver el aparato análogo que es una máquina de escribir, se sintió como debe sentirse un bagazo de caña ya chupado, al ser lanzado al Ozama, o sea ese pensamiento se vió fluir en un enorme canal, se sintió privilegiado.  

Realmente es un privilegio no haber externado antes ese pensamiento y haberme encontrado con esta máquina de escribir de mi hermano Jaime Guerra a través de mi amigazo editor Miguel de Mena. 

Lo bueno de los amigos es que saben tomarse las cosas a la ligera o simplemente saben reírse de ellas y conmovernos de tal forma, con tan acaudaladas carcajadas, que nos hacen pensar y hay que dejarse de vainas, pensar es un privilegio, tanto como las buenas amistades.

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