Ventana

¿Qué usted piensa, amigo lector?

Hace unos días presencié una interesante entrevista a un militar cubano de alto rango que participó en la “Guerra de Angola” y recordé las dos ocasiones en que visité ese país del África austral para participar en torneos de ajedrez, exactamente en 1988 y 1989.

En la segunda ocasión en que lo visité, fui a jugar en la lid ajedrecística que patrocinaba la Cervecería NOCAL, hace exactamente 35 años.

Aunque desde 1981 yo trabajaba como economista en un organismo central del Estado cubano, me mantenía relativamente como jugador activo y participaba en torneos nacionales e internacionales.

En octubre de 1989 la Federación Cubana de Ajedrez (FCA) me seleccionó, junto al Maestro Internacional Adelkis Remón (EPD) para representar al país en la Copa Nocal. Nos acompañaba como delegado el MI Eleazar Jiménez (EPD) y expresidente de la FCA.

Partimos hacia Luanda, la capital angolana, a una aventura ajedrecística porque íbamos a un país en guerra desde el año 1975 cuando, después de que la Revolución de los Claveles de Portugal en 1974, su gobierno, decidió otorgar la independencia a sus colonias africanas, entre ellas, Angola.

Es preciso aclarar que en 1975 comenzó la guerra civil angolana donde combatían tres grupos nacionalistas: el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) de izquierda, apoyado por Cuba y la Unión Soviética; el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) apoyado por Zaire, China, Estados Unidos y Sudáfrica; también estaba la UNITA (Unión Nacional Total de Angola) apoyada por el grupo étnico más grande del país.

En el viaje de La Habana a Luanda hicimos una última escala en Budapest, Hungría, provenientes de Madrid. Cuando arribamos al hotel “Turismo”, sede del torneo, ya iba a comenzar la tercera ronda del evento. Realmente llegamos tarde aunque aún existía la posibilidad de salvar nuestra participación.

Ante esta penosa circunstancia, la Federación de Angola hizo un intento para que pudiéramos jugar después del esfuerzo del largo y agotador viaje. Nos favorecía que, además de Maestros Internacionales, poseíamos los mejores ELO del torneo, algo más de 2400 de la época, (antes de la inflación actual) y nuestra presencia garantizaba las posibilidades de realizar normas internacionales.

Minutos antes de comenzar la tercera ronda se citaron a los jugadores para decidir “in situ” y mediante votación, si se nos permitiese participar o no, dado que había un solo día de descanso para jugar las dos partidas aplazadas de cada uno.

Entre los participantes había brasileños, españoles, búlgaros, portugueses, 4 jóvenes angolanos y quizás de otros países que escapan a mi memoria. Era un sistema “todos contra todos” entre 12 y 14 jugadores.

Debo aclarar que Adelkis había sido durante 2 años entrenador de los jóvenes angolanos, con quienes viajó a algunas competencias internacionales y los ayudó en su formación como ajedrecistas bajo las duras y riesgosas condiciones del país en guerra civil.

Al celebrarse la votación un grupo estaba a favor de que jugáramos y otro que no. Finalmente, estando la votación dividida, les tocó votar a los jóvenes ex alumnos de Adelkis.

La sorpresa que estuve muchos años sin entender pero que la entrevista que cité en el primer párrafo me ayudó a comprenderla en parte, fue que uno solo, de los cuatro jóvenes, votó a favor de nosotros, o sea, la mayoría de ellos votó en contra de que pudiéramos jugar.

Por lo tanto, se nos vetó el derecho a participar en el evento después de viajar unos 18,000 km, primero a Europa y después a África. No lográbamos comprender el comportamiento de los jóvenes angolanos, e irritados, lo que deseábamos era retornar a Cuba.

El boleto de regreso era para dentro de dos semanas y nos tuvimos que quedar en una ciudad donde las secuelas de la guerra eran evidentes: jóvenes sin piernas producto de las minas en los campos de guerra, mujeres limpiando las calles con los bebés a sus espaldas, en fin, un país con una miseria extrema profundizada por la extensa y agotadora guerra con más de 45,000 cubanos en la selva sirviendo de carne de cañón y sangre para los mosquitos transmisores del terrible paludismo, picaduras de las venenosas serpientes “tres pasitos” y otras adversidades.

¿Qué hacer durante dos semanas casi encerrados en el hotel por el riesgo de salir, entre disparos esporádicos y la posibilidad del ataque letal de un mosquito? Ajedrecistas al fin, nos dedicamos a jugar Blitz en largos maratones diarios y así olvidar las penurias del fracasado viaje.

Pero la aventura no termina; el día del regreso, en esta ocasión Luanda-Lisboa-Madrid-La Habana, al llegar al aeropuerto conocimos que nuestro vuelo estaba sobrevendido y no había seguridad de conseguir tres asientos para poder viajar a Lisboa.

No obstante, la suerte nos sonrió quizás por primera vez en dos semanas y por gestiones audaces del diligente federativo de Angola, aparecieron tres asientos y pudimos volar finalmente a Lisboa.

Al cabo de 35 años, la posible respuesta a nuestra sorpresa por la actitud de los ajedrecistas angolanos, la encontré en la entrevista al militar cubano. Y a la vez conlleva a otra pregunta: ¿Sería porque el pueblo angolano ya no deseaba la presencia de extranjeros en su extenuante guerra civil y aunque éramos deportistas, desde su visión nacionalista, representábamos a un país invasor?

¿Qué usted piensa amigo lector?

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