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Opinión

Cuando pensamos en libros, ¿pensamos en mujeres escritoras?

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Mitri JiménezEscritora, periodista y estratega de comunicación

El año pasado un gran amigo me preguntó cuál era mi propósito en la vida y sin pensarlo mucho dije: “Tener una voz”. Nunca había reflexionado sobre eso, pero me salió ipso facto, quizás porque soy una persona de poco hablar (salvo cuando me da por recomendar películas) o quizás porque desde que leí mi primera novela he querido escribir como los escritores y he tenido la imperiosa necesidad de dejar por escrito mis ideas, mis sueños y, también, mis pesadillas.

Por esa razón, cuando me invitaron al panel “Mujeres, Texto y Expresión” en el que participé junto a la poeta Sheilly Núñez en el estand del Ministerio de la Mujer en la Feria Internacional del Libro 2023, hubo una pregunta que se apoderó de mí y que consulté entre mis amigos: “Cuando pensamos en libros, ¿pensamos en mujeres escritoras?”. La respuesta siempre era la misma: “No”. Ante este resultado, varié la pregunta por si estaba condicionada. Les pedía que me hablaran sobre grandes autores y para mi sorpresa, las respuestas no incluían a mujeres.

Pero esta pregunta no es para entrar en las razones por las que la presencia de las mujeres en la literatura no es mayor ni para entrar en el debate de si la literatura es sexista. La pregunta viene porque un libro escrito por una mujer puede aportar nuevas maneras de ver el mundo.

De hecho, a principios del 2023 participé en un taller de escritura con la ponencia de siete expositores, uno solo era mujer y ella dijo con la boca llena de razón: “Los textos de una mujer no deben categorizarse como escritura femenina; la mujer debe escribir desde su realidad”. La literatura escrita por mujeres no debería tener etiquetas, pero las tiene. Con esto nos damos cuenta de que los seres humanos tenemos una necesidad de segmentar todo, de dividir más que de unir e incluso de minimizar.

Como lectora, miré la lista de libros que he leído y me percaté de que no he leído a tantas mujeres como quisiera, pero confirmé que efectivamente las mujeres tienen intereses y enfoques realmente novedosos y se esmeran en los detalles, pero sobre todas las cosas tienen una voz.

Recuerdo que el primer libro que leí fue escrito por un hombre, pero el que se convirtió en mi favorito ya entrando a la adolescencia fue escrito por una mujer, Margaret Mitchell, y que hoy con la cultura de la cancelación de las redes sociales es un libro cuestionado olvidando el contexto histórico en el que fue escrito y en el que está ambientado. Me refiero a “Lo que el viento se llevó”.

En mi caso particular, era la primera vez que leía sobre una mujer como Scarlett O’Hara, cuyo ingenio, ímpetu y fortaleza, le permitió sobrevivir a un cambio de vida radical. Cuando leí sobre ella, me sentí identificada porque como producto de la edad también estaba viviendo muchos cambios. Y de eso se trata la literatura, ¿no? De conectarnos a través de las palabras.

Al reflexionar sobre esto, entiendo que aquel panel no pudo tener mejor nombre: “Mujeres, texto y expresión”. Las mujeres tenemos en la escritura una manera de expresarnos y liberarnos. La escritura da voz, da poder, por esa razón los escritores suelen estar entre las primeras personas en ser exiliadas cuando hay una dictadura.

Entonces, ¿por qué a las mujeres nos podría dar miedo escribir? Justamente porque la escritura refleja nuestra capacidad para pensar. Y a nosotras, por mucho tiempo, nos enseñaron a guardar silencio.

La escritura nos permite expresarnos, conocernos y liberarnos, porque no solo compartimos ideas o conocimientos, también preocupaciones o temas de interés. Por tanto, las mujeres debemos escribir para demostrar que tenemos capacidad, talento y, sobre todo, pensamiento crítico. Esto último nos permite cuestionar y dudar de la realidad en que vivimos siempre con argumentos. Pero, sobre todas las cosas, para incomodar a quienes han creado toda una estrategia para invisibilizarnos en esta área. Eso también es política.

Por muchos años, incluso en la actualidad, las mujeres han usado pseudónimos masculinos o anónimos para poder vender sus libros. Ya lo dijo la escritora británica Virginia Woolf en su momento: “En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer”.

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