Freddy Prestol Castillo y su obra histórica El Masacre se pasa a pie
Como escritor fue una figura preclara, y como jurisconsulto un exégeta de las teorías jurídicas imponderables. Prestol Castillo fue un apasionado de la historia, de la investigación y de la narrativa, donde dejó huellas imperecederas con la novela histórica El Masacre se pasa a pie, texto que relata la matanza haitiana de 1937, ordenada por el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.
El doctor Prestol Castillo fue un referente de valor irrebatible y ejemplo de honestidad. Su capacidad intelectual y jurídica acusa los motivos suficientes del estudioso infatigable que asumió de manera apasionada y entusiasta la profesión como jurista de altos vuelos. Una síntesis biográfica de su estirpe nos revela al erudito que abonó el espíritu de la nacionalidad, en su condición de revolucionario formado en las convicciones más aguerridas de las ideas.
El ilustre doctor en Derecho, Freddy Prestol Castillo, fue también autor de cuentos, ensayos, relatos históricos, políticos y jurídicos. Nació en San Pedro de Macorís, el 24 de junio de 1914 y falleció en la ciudad de Santo Domingo el 20 de febrero de 1981. Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Desempeñó numerosos cargos en la judicatura y como diputado en el Congreso Nacional. Trabajó por varios años en la oficina del afamado pensador, historiador, escritor y nacionalista Manuel Arturo Peña Batlle.
Durante una década, el doctor Prestol Castillo escribió numerosos artículos sobre distintos temas, publicados en el periódico La Nación. Aun cuando su principal obra fue El Masacre se pasa pie, también dio a la estampa la obra de relatos Pablo Mamá, que refiere los seis periodos de gobierno del presidente Buenaventura Báez Méndez. También la prensa recogió cuentos y relatos como La tragedia de Juan Marte, El buey Cabo e Vela, Tierra y herejía de Venancia la mala, entre otros. La familia conserva numerosos cuentos, artículos, discursos, esbozos de novelas y ensayos jurídicos a la espera de ver la luz.
El Masacre se pasa a pie es una tragedia cargada de emociones y tensiones psicológicas que alcanza un grado de irracionalidad tal que nos revela un abanico de matices. En su génesis, este odio profundo se manifiesta en un mundo de perspectivas y divinidades, donde la identidad haitiana se asocia con una violencia visceral, ajena a cualquier tradición histórica coherente. Esta obra se desarrolla en la provincia de Dajabón, un lugar donde la conciencia parece haber sido borrada del mapa.
El Masacre se pasa pie forma parte de las novelas más simbólicas y emblemáticos que se han escrito en el discurrir de la literatura dominicana. Su autor nos ofrece un mosaico controvertido de la matanza de 1937, la cual describe con una maestría formidable. La situación histórica descrita pasa por el filtro del drama progresivo y pone contexto a las arbitrariedades caprichosas de Trujillo, personaje siniestro, sanguinario por naturaleza y asepsia mental, creador de fantasmas para atemorizar tanto a los dominicanos como a los haitianos.
En El Masacre se pasa a pie, Trujillo ocupa el lugar central de la narración, gracias a la maestría técnica del autor. Los personajes secundarios, como el cabo Sugilio (Manos Tenazas), Panchito, el matón, el Dr. M., el padre Oscar y Teodora Jáquez, también juegan roles importantes. Su protagonismo surge de una actitud psicológica en la que la República Dominicana se ha visto al borde del cataclismo desde que derrotó a los haitianos en 1844. Desde entonces, los haitianos han percibido la nacionalidad como un juego de perspectivas y han fracasado en cada intento de usurpar el control del país. El autor pone estas intenciones en contexto, de acuerdo con el lenguaje de estos personajes. Vemos un ejemplo:
“El maestro había pronunciado una palabra rara: "Dajabón"... Se refería a una aldea lejana de mi país. Era en la clase de "Geografía Patria" y tratábase de límites entre la República Dominicana y la República de Haití, ambas en la isla Hispaniola de Santo Domingo, una de las grandes Antillas, en el mar Caribe. El maestro hablaba rutinariamente. No conocía su país. Era de una familia ilustre de la capital y jamás había salido “a esos pueblos”. Los capitaleños hablaban despectivamente de "esos pueblos" de su propio país. Una superqueña ciudad colonial, llena de rancios prestigios, hacían alarde de una concentración citadina, en el fondo antinacional, que los separaba de las demás provincias, aldeas y territorios. El maestro era extranjerizado en sus preferencias. En suma, un importante señor capitaleño, que leía el Times, las revistas deportivas, de arte y de modas, exóticas. "Esto es “internacional" decía, al hojear las revistas extranjeras. Pero, esos pueblos... "Esos pueblos deben ser insoportables"... Y hacía un mohín despectivo con sus labios pequeñitos, todo él trazado en su figurilla de confesor, de cura frustrado. "Esos pueblos, allá"... (se refería a las aldeas lejanas, con su estampa gris de siglos, varadas como barcas inútiles en su tierra de sabana o de loma: como sus árboles antiguos, que jamás caminan y permanecen en el mismo sitial). Esos pueblos, con una historia heroica y amarilla de años”.
El Masacre se pasa pie es una novela que se adapta al teatro y al cine por las secuencias históricas y la plasticidad de la atmósfera. Todo un cuadro pintado por el maestro Guillo Pérez. En el texto, Prestol Castillo une los hilos de estos acontecimientos y les da vida y recrea una hazaña de ese horrible 1937 donde Trujillo aparece como un tejedor de arquetipos y tragedias repugnantes. De modo que la contextualidad de la obra, aparte de las circunstancias que le dieron origen, representa, de plano, un memorial aterradoramente repudiable.
Las poses fingidas de Trujillo al registrarse los hechos que contienen el acento de la burla e inflexibilidad, atomizados por los instintos que aniquilan la razón para dar paso a la discordia, la intolerancia, el odio, lo fatal, en torno a la supremacía del sujeto. Solo porque antes de la masacre hubo intento de parar las migraciones haitianas (desde el año 1929) cuando el presidente Horacio Vásquez formó mediante un decreto una comisión para establecer los límites fronterizos, y la actitud de las huestes haitianas siguió siendo patética, provocativa y solo el sable puso punto más allá de dos destinos extraviados: Haití y República Dominicana. De manera que esta acción, en sus diversos matices, no alcanzó a ser primicia en ninguno de los dos espacios geográficos.
Si inaccesible fue el fondo de esta desdicha, como la plantea Freddy Prestol Castillo, más aún la representación del signo y el significado son aspectos de parte de un Trujillo caricaturesco, y de la parte de los haitianos, un designio que magnificó la provocación. En ambos lados hubo impotencia, confusión, porfía lacerante y, tomando en cuenta lo glosado por el crimen, la sangre y la muerte recorrieron kilómetros del río “Masacre” lo que el autor de la obra desarrolla con una concepción categórica que la historia selló para siempre.
Todavía hoy, después de sesenta y cuatros años marcados por la historia (que no se equivoca), el conflicto acomete de nuevo. En esta ocasión por el agua. Una vez que han devastado sus bosques hasta convertirlos en carbón para cocinar sus alimentos, insisten en desviar el río Masacre, lo que ilustra claramente que son provocadores permanentes. El contracauce tiene su particularidad, ya lo afirma Freddy Prestol Castillo en su renombrada novela El Masacre se pasa a pie, que no es una alegoría sino una realidad que siempre ha permanecido fluyendo.
Empero, los haitianos desean un fenómeno extraordinario para que las fuentes del río Masacre colapsen, porque el espíritu del mal es la órbita que los dirige sin importar que cientos de miles de su lado mueran por falta de agua. El Masacre era la única línea que unía la frontera dominicana con Haití, y han trastocado este recurso acuífero sin importar lo básico y necesario que resulta el agua para el medioambiente. Han creado una cadena de elementos hídricos sin ninguna tecnología que, en vez discurrir el río Masacre como lo ha hecho desde siempre, este ha tomado un curso y forma peligrosos.