Ella lo espera
Todo listo, dentro de pocos minutos salimos al aire, se prende la bombilla anaranjada de la consola y nuestras voces entrán en contacto con la ciudad. Le pregunto qué la trae a la radio y me dice que la esperanza de ver regresar a su esposo. Él salió de su casa un 14 de agosto de 2023 porque iría rápido a llevar en su moto a una clienta al antiguo mercado Padre Ayala en el Centro de la provincia San Cristóbal y una explosión lo ha dejado desaparecido hace más de un año. Aún en las tardes -me narra - se sienta en el portal a esperar su regreso.
Por estos días leo Pedro Páramo de Juan Rulfo y en esa extraordinaria novela mexicana se deja caer un relato que interpela con fuerza a la humanidad: la distancia entre la vida y la muerte. Alguien me dijo que un buen periodista debe ceñirse por los hechos, tratar de ser objetivo, dejar fuera la semintalidad. Suelo escudarme diciendo que estudié comunicación y que me interesa, sobre todo, la persona, aunque me hiera, intento dejarme afectar por el prójimo, creo que es la clave jesuítica del Buen Samaritano.
La señora es una mujer valiente, si asumimos la valentía como la definió el periodista español Boja Hermoso: “acto prolongado en el tiempo y no espasmo puntual o impostado”. Desde aquel 13 de agosto lleva bajo su esfuerzo la supervivencia de tres muchachos. No le teme al presente y sale a buscar su sustento en las calles del mercado vendiendo aguacate o lo que aparezca, los fines de semana limpia algunas casas, lo importante es que sus hijos no se acuesten sin comer.
Cuando le dijeron que posiblemente su pareja de más de 20 años no regresaría a su hogar se sintió entre la vida y la muerte, pero, como una Mamá Tingó del siglo XXI, siempre tuvo claro que quería vivir —o morir— peleando. Explica con fragilidad, elegancia y timidez todas las tribulaciones vividas desde que la desgracia tocó su puerta. Su existir es un pensar que unos minutos antes todo a su alrededor giraba en torno a una humilde felicidad.
San Cristóbal y Macondo aquel famoso pueblo de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad tienen ahora algo en común y es que, necesitan encontrar una verdad. Cientos de familias padecen a causa del mal que representa un deseo inacabable de hacer cuartos a costa de su dolor. Nos llaman a la radio y alguien que vive la materialidad le lanza al aire una pregunta cortante, con sabor a los buitres que gustan a negociar con el placer rulfiano de la muerte: “cuánto vale la vida de su esposo”. La señora se rompe, de su dolor brota una lágrima, hace silencio, soy el locutor del programa, -qué hago-, verla así me quiebra, le digo al oyente: “me niego a cerrar la puerta de la esperanza que habita al menos en estos 30 minutos de programa en vivo por Magis 98.3 F.M. Ella aún lo espera”.