Jamás perder, de Argénida Romero
Esta muchacha es poeta. Y de las buenas. De las que se mantiene pegada a su oficio como las aves a la naturaleza. Ya lo demostró con Arraiga (2004) libro que tuve el privilegio de celebrar. Ahora vuelve con una colección de versos que merecen un sitial en el verso concurrente. Con “Jamás Perder (2024), la escritora exhibe su madurez a prueba de ecos, en un mundo donde cualquiera escribe y es famosa. Hablo de Iberoamérica, donde su voz prevalece por encima sensiblerías, superficialidades o asustos de “superación” Su poesía rehuye de tribialidades ya vistas en otra parte con menor fortuna y se erige con personalidad propia, algo que mucha falta le hace a la metáfora continentañ.
No lo puedo soltar este libro. Parece estar escrito de memoria, con es intuició propia de las grandes experiencias. No busco en él textos más o menos aceptables, sino a la autentisidad que vibra dentro de sus páginas.
Argenida Romero trae esta vez una colección de poemas donde brilla su vozz propia, un inconfundible acentro que se confunde con la mujer que es.
Digo esto porque el lector hace suyo ese árbol genealógico que comienza con fuerza desgarrante:
“Un carpintero huyó de las balas
una muchaha del futuro.
“Antes
el hombre del sombrero y mirada fija
la mujer de las cartas
el hombre del machete
la mujer sola
leyendo el porvenir en las hojas de té.
“Más allá
los granos de arena en el paladar
los remolinos.
“De ahí salimos ahogados
a la deriva de la tierra firme”.
Es la poesía que resuena. Abre espacios y llega a donde debe sin sonrojos.
Poemas como “Acto de fe”, “Regalo”, “Del hombre que estas hecho”, “Abandono” y “Una calle” son solo vericuetos de arte mayor, de ese que corre por el mundo con ansias desbordadas para impactar a quien encuentre en su camino.
En estos textos brilla la mujer, la madre, la amiga, la ilusoria concepción del amor. De todas estas batallas, la autora sale ilesa, por su destreza literaria, su creatividad a prueba de señales y su indestructible amor por los demás, por esa patria que la vio nacer y que ha dejado atrás aunque su canto no la enfoque con visión presencial.
Sabe Argénida que es una emigrante. Que su patria ahora es esta donde brillan estrellas fugaces. En ella tiene que relegar su poesía. Pro su alma, su espirte y su discurso lleno de hallazgos no la abandonarán jamás.
Tal vez sea desconocida en un mundo donde cada vez impera más la circunstancia. Pero como escritora sabe que su deber no es el glamour ni la sorna sedentaria, sino crear textos que trasciendan.
No crean que “Jamás perder” es un libro prqueño, fragil, hecho porque no queda más remedio. Dentro de esas páginas vibra el arte del decir, la inconfundible profesión de alguien que sabe no darse por vencida. Y canta a viva voz.