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Walt Whitman: patriarca de la poesía estadounidense

La lista de los poetas más destacados de Norteamérica es extensa y, obviamente, resulta difícil nombrarlos a todos en un artículo, a menos que no sea en varios volúmenes antológicos. Sin embargo, en ese vasto e inexplorado mundo de la creación poética resalta el nombre del universal Walt Whitman, cuya poesía es un río caudaloso de referencias exóticas y personales.

Y, aunque su obra abarca un territorio lírico, seductor y sentimental, también aflora lo controversial que arrastra la sexualidad que tiende a calificar de homosexual a Whitman, en algunos casos, por la alusión de versos que hacen referencia a su persona, como en el texto Hojas de hierba, el cual publicó fragmentariamente en 1860, 1867, 1871, 1876, 1881 y 1889, completando el citado libro con esta última impresión, faltando meses para su muerte.

Además de ser considerado el principal poeta norteamericano, también se desempeñó como ensayista, humanista y editor del Brooklim Daily; fue rechazado por un sector conservador estadounidense por su homosexualidad. Sin embargo, tuvo una actitud patriótica al identificarse con la Guerra Civil de Secesión, sobre todo, con el sector del Norte, donde participó su hermano George Whitman, el cual lo motivó a escribir el poema Redobles de tambor. ¡Oh, capitán!, ¡Mi capitán!

Whitman nació el 31 de marzo de 1819 y, al presentir la cercanía de la muerte, la que aconteció el 26 de marzo de 1892, escribió el poema: Sufro todo el tiempo. No tengo alivio, ninguna escapatoria: es monotonía – monotonía-monotonía en el dolor. No obstante, recobró la alegría cuando recibió la visita del poeta y escritor universal Oscar Wilde y el prestigioso pintor Thomas Eakin, en Nueva Jersey, estado que escogió para encontrar la paz que necesitaba debido a que su madre había envejecido y enfermado. Allí, también vivió junto a sus hermanos George y Edward. Ocasión que le permitió imprimir tres ediciones más de Hojas de hierba (1876, 1881 y 1889).

En 1885, al publicar una edición de la comentada obra, esta vez con prefacio, comenta en el mismo: “Creía que había una vital y simbiótica relación entre el poeta y la sociedad. Esta conexión está enfatizada especialmente en Canto a mí mismo, gracias al uso de una poderosa primera persona narrativa”.

Es por ello que este poema refleja una actitud impetuosa y, aunque fue un poeta incomprendido, Canto a mí mismo se convirtió en un referente universal: 

Me celebro y me canto a mí mismo

Y lo que yo me apropio habrás de apropiarte,

Porque cada átomo que me pertenece también te pertenece.

Haraganeo e invito a mi alma.

Y me inclino ocioso a observar un tallo de hierba del verano.

Mi lengua y cada átomo de mi sangre hechos de esta tierra y este aire.

Nacido aquí, de padres que nacieron aquí, lo mismo que sus padres.

Comienzo ahora, a mis treinta y siete años, y con salud perfecta,

Y espero no cesar hasta la muerte. (Fragmento).

Lo personal en la poesía de Walt Whitman refleja claramente una conciencia asumida de su naturaleza como sujeto libre y, por esa razón, Canto a mí mismo contiene diversos significados y, debido a los mismos, el poeta no se queja de su homosexualidad ni tampoco los fulgores que destilan sus versos se ven sometidos a un desbordamiento que echa a perder sus lúcidas imágenes y la plenitud de los ritmos que terminan en auténtica inspiración.

El texto Hojas de hierba se impuso por sí mismo, por la premeditada voz verbal y la comunión que establece entre las imágenes y el intimismo. En cierto sentido, en su creación poética en general todo es transparente, no hay zonas oscuras por más que algunos críticos literarios conservadores quieran encasillarlo en la corriente de la homosexualidad. Es un poeta del instinto, de la fascinación recurrente, de lo irrepetible y que no se coloca fuera de su tiempo. Hay una comunión en la forma más pura, convincente. En su poesía se interroga y aprehende la realidad como una celebración de culto espiritual. Esto lo podemos comprender en su poema ¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!:

¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!

De las preguntas acerca de esto que vuelven y vuelven,

De las filas sin término de los falsos, de las ciudades atestadas de tontos,

De mí mismo, que siempre estoy haciéndome reproches

por ¿quién más tonto que yo y quién más falso?

De los ojos que anhelan en vano la luz, de los objetos

ruines, de la lucha siempre renovada.

De los pobres resultados de todo, de la afanosa y

sórdida multitud que veo en torno mío.

De los vacíos e inútiles años de los demás, y yo estoy entre los demás.

La pregunta, ¡ay de mí!, tan triste y que vuelve y vuelve:

¿De qué sirve todo esto, oh mi yo, oh vida?

En algunos de sus poemas fluye una asombrosa densidad espiritual, que pone de manifiesto en su creación poética, y la misma no refleja discordias personales, insatisfacciones sino la inminencia de una conciencia tranquila, real y capaz de abarcar los instantes de la exaltación, manifestados desde la realidad más sincera. Así como sus ritmos captan el rigor de su génesis, de ese mismo modo manifiesta lo necesario de la expresión poética, la meditación autobiográfica.

En la mayoría de sus poemas se descubre la plenitud de la creación, lo denso y múltiple de un lenguaje que enriquece lo verbal y, por supuesto, los decisivos impulsos que explican los engranajes de sus emociones, la autenticidad extensa en cuanto a la fineza de su obra poética y donde asume la apuesta de Albert Camus, cuando expresa: “La verdad de ser y de sentir”.

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