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Alejo Carpentier y su estudio de los ritmos musicales africanos

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Los ritmos musicales de los negros africanos provienen de un orden cósmico y de ciertas deidades que obedecen a fuerzas supraterrestres y a invenciones rituales. Estas manifestaciones mágico-religiosas tienen la particularidad de la esencia del numen que no es otra cosa que el conjuro de sus expresiones artísticas, razón por la cual provoca un sistema abierto de culturas y lenguajes.

La concepción de Alejo Carpentier de lo sacro y las emociones artísticas, cuyo asiento proviene de las distintas culturas africanas, se incorpora a una imaginación conectada a lo espiritual, donde prima un conjunto de estructuras como el caso de los tambores de Batá, característica de lo “yoruba”.

Carpentier estudió en profundidad los aspectos reales, simbólicos y fantasiosos de la literatura yoruba, cuyos ritmos atávicos y psicológicos se remontan a períodos ancestrales de diferentes culturas que a partir del comercio de esclavos se establecieron en el Caribe y en América Latina, sobre todo en Cuba y en la parte oeste de la isla de La Hispaniola. Los yorubas formaron parte del Protectorado británico.

Es por esa razón que a Carpentier se le considera el primero en estudiar este proceso y en llamarlo proceso de “lo real-maravilloso”. El autor de las destacadas obras El siglo de las luces, Los pasos perdidos y El reino de este mundo, Concierto barroco, El arpa y la sombra y Viaje a la semilla, donde recrea la realidad musical cubana, asimilada por otros países caribeños, partiendo del hecho de las masivas inmigraciones que fueron forzadas a establecerse en la isla de La Hispaniola mediante un corredor de un comercio ilícito de hombres y mujeres que eran comprados en Francia, Inglaterra y Holanda, entre otros, para el trabajo en los ingenios y las fincas agrícolas y de ganado.

Alejo Carpentier, como investigador, se adentra en las culturas ancestrales africanas para revelar en sus estudios los criterios musicales de los negros africanos. En ese contexto, señala que:

“Aunque parezca increíble, los tambores batas se corresponden con una serie de creencias y tradiciones espirituales procedentes de un grupo etnolingüístico que se encuentra al sudoeste de Nigeria. También a grupos étnicos al sur del desierto de Sahara”.

Alejo Carpentier nació en Suiza el 26 de diciembre de 1904 y falleció en París, el 24 de abril de 1980. Su creación teórica de “lo real-maravilloso” plantea la fusión entre lo antropológico, lo psicosocial y lo oral, dando lugar a la cultura musical cubana del “mambo”, “ danzón”, “rumba” y el “cha-cha-chá”, entre otros estilos. Los instrumentos y los sentidos que dan ritmos a este tipo de música contienen una intensidad al plasmar compases escénicos. Se caracterizan además por los lenguajes corporales, los aspectos estilísticos que provocan muchas emociones en sus descripciones narrativas y su dinamismo que refleja el sentido estricto de sus identidades.

De acuerdo a los argumentos de Alejo Carpentier, los yorubas creen en la reencarnación, por lo que se refieren a los hijos como batatunde, que significa que el padre al morir “vuelve”; y a las hijas, velunde (a la abuela que vuelve también. Se ha dicho que otros de los rasgos distintivos que Carpentier añade a la la cultura negroide tienen que ver con su visión del vodú y el cristianismo, concepción mágico-religiosa, la fantasía y valores de la música que la convierte en un sincretismo ficcional, pero también en actos hostiles y en transfiguraciones que regulan los espíritus.

No hay duda de que Alejo Carpentier trabajó arduamente tratando de descifrar el mestizaje cubano, y por ello llegó a decir que la cultura africana en su país aún estaba por entenderse debido a la complejidad en los aspectos pintorescos y en sus episodios de sus tiempos fragmentados. Esto quiere decir que los destinos a los que se vieron obligados a confrontar en la ruta del África hasta llegar a la isla de La Hispaniola son parte de un glosario de maltratos e injusticias.

Tras las huellas de Alejo Carpentier se sitúan también los investigadores cubanos Lidia Cabrera, quien estudió las distintas plantas medicinales con que se curaban los negros cuando llegaron a La Española; así mismo, Fernando Ortiz, quien dedicó muchos años a estudiar el proceso de los brujos negros en Cuba, sin dejar de reconocer que Carpentier no solo fue el padre de “lo real maravilloso”, aspecto expositivo estructural de su discurso, en lo que ofrece rigor antropológico y estilístico a sus temas con relación a la música.

Carpentier fue un apasionado de la música, llegando, incluso, a estudiar piano, teoría musical y orquestación. Compuso varias obras para piano y orquesta. Por lo tanto, en la mayoría de sus textos, encontramos considerables rasgos que ponen en alto los significados de la música primitiva africana.

La hemerografía de sus obras obedece a una orfebrería laboriosa en investigación y técnica, donde sobresale el vocablo estilístico que da sentido a estudios sobre los ritmos mágicos y religiosos de los negros. Quienes fueron los primeros en establecer una narrativa musical enfocada en asociaciones literarias, pictóricas y en la geografía tropical de Cuba, cuyas características fueron muy bien plasmadas por Carpentier a partir de distintas lenguas que se convirtieron en un sincretismo musical vigoroso.

En la antología compuesta por la Universidad Nacional Autónoma de México (1984) bajo el título La crítica de la novela contemporánea, con presentación, selección y biografías de Aurora M. Ocampo y con prólogo de Ernesto Mejía Sánchez, se dice de Alejo Carpentier lo que sigue:

“El mundo de Carpentier no es sensorial, pese a que el único sentimiento vivo en él es, tal vez, el amor a las cosas, a esa materia inerte que describe en una prosa trabajada y morosa, sino mística. Está levantado entre lo real y lo fabuloso, y Carpentier ha encontrado una buena fórmula para definir su naturaleza dúplice: “realismo mágico”. Su primera novela (ahora él la desdeña), Ecué-Yamba-O, (1933) está más cerca de la novela primitiva que de la novela de creación; documenta el paganismo hechicero de la población negra cubana y denuncia la penetración imperialista en su país”.

Más adelante, de su texto Los pasos perdidos, comparten:

“…todas las edades históricas, todas las razas, todos los climas y paisajes. En ella, (nos referimos a la obra), como en el relato Viajes a la semilla (1958), el tiempo ha sido invertido o abolido. ¿Es históricamente justa esta interpretación? En todo caso, su formulación literaria es válida: exprese o no la personalidad inconfundible de América, el mundo de Carpentier tiene una verdad intrínseca que es el resultado de su maciza arquitectura, la coherencia interna de sus elementos y la refinada elegancia de su dicción”.

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