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Vida y añoranza de los cines

Mañana se celebra el día de los padres y he querido hacer una semblanza del cine como forma de recuerdo a estas generaciones pasadas. 

El cine es la técnica y el arte de crear y proyectar imágenes en movimientos. Es la capacidad de mostrar una historia acompañada de ilustración y sonido para atrapar al espectador, en una sala oscura con una pantalla gigante, al fondo un telón blanco, y esperar ser asombrado con la magia que envuelve todo el entramado.

Desde el mismo nacimiento de este oficio, en unos pocos años, llegó a convertirse en el arte que más rápido se universalizó con la capacidad de crearnos ilusiones y sueños para poder escapar a las adversidades de cada día; pero también, de extender la realidad misma a la gran pantalla.

Como había expresado en la antigüedad el escritor Publio Terencio de que “nada humano me es ajeno” es así, como nuestro país vive la emoción de este aparato con la llegada del siglo XX tal y como lo expresa el crítico de cine Félix Manuel Lora en su reciente libro “El discurso temático en la producción fílmica dominicana” en el cual expresa lo siguiente sobre este gran acontecimiento:

“La llegada del cine a la República Dominicana se debe de estudiar a través de dos importantes acontecimientos. El primero, producido en la noche del 27 de agosto del 1900, en la que el Teatro Curiel de la ciudad de Puerto Plata se convierte en testigo de la primera exhibición del cinematógrafo de Lumiere. Es la entrada del cine como espectáculo, el cual produce un impacto importante en el país que posteriormente marca una referencia trascendental dentro de las distintas etapas del desarrollo económico, social y político.

El segundo puede observarse en junio del 1915 cuando el patriota puertorriqueño José de Diego llega al puerto de Santo Domingo junto al fotógrafo Rafael Colorado, quien tiene la misión de filmar un documental de su visita, la que se produce del 18 al 27 de junio de ese año”.

Como podrán haber notado de la cita de Lora mencionado anteriormente, la República Dominicana conoció y vivió en primera mano, este denominado artefacto que revolucionó el concepto de las imágenes para a través de ella, narrar historia ya sea inéditas o de la literatura como se vería más adelante.

Esta fiebre por el cine, es lo que conlleva a inaugurarse varias salas en distintas partes de la geografía nacional. Las generaciones anteriores recordarán con cariño al “Teatro Capitolio” frente a la Catedral. Siguiendo por la zona encontraremos en la calle Duarte el “Cine Rialto” para luego, irnos a la Arzobispo Nouel y entrar al “Cine Leonor” que luego sería “El Colonial”. En la calle El Conde nos encontraremos con el cine “Santomé” donde logré ver “El espadachín Manco” con el actor Wang Yu, para luego ir a la Palo Hincado y entrar al “Olimpia” a ver grandes estrenos del llamado cine Peplum.

Quién no recordará películas españolas y mexicanas en el antiguo cine “Independencia” frente a la pizzería El Sorrento. Yendo camino por la avenida Bolívar entraremos a la calle Pasteur y ver grandes estrenos en el cine “Elite” con el glamour de las damas.

Pero hubo algunos tipos de cines de menores jerarquías que eran asiduos los visitantes de algunos barrios. Por ejemplo, en la avenida Mella estaban los cines “Apolo” y el “Lido” que tiempos después se convirtieron en proyectar películas porno. En la avenida Duarte casi esquina Mella estaba el cine “Max” que proyectó por varios meses la película “La niña de la mochila azul” que todavía no entendemos el auge de esta cinta.

Más arriba de la misma avenida nos encontraremos los cines: “Diana”, “Doble” y el “Triple Nacional”. Para otros tipos de públicos doblamos en la calle Ravelo y estaba el cine “Atenas” que era al aire libre y con asientos de hierro. Por ahí mismo estaba el cine “Estela” y al frente “El Coliseo Brugal” donde daban grandes carteleras de lucha libre.

Subiendo la Teniente Amado estaba el cine “Trianón” que era un cine de tercera donde proyectaban hasta tres películas por el precio de una. Y luego, encontraríamos el cine que estuvo tres nombres: Primero se llamó “Alma”, luego “Lux” para terminar como cine “Fénix”.

En la calle Abreu estaba el cine “San Carlos” famosa barriada el cual mi familia es oriunda de ahí, y fue considerado el cine más grande donde podía albergar hasta 1,100 visitantes.

El malecón de nuestra ciudad fue escenario del legendario cine “Triple” y ”Cinema Centro” donde se proyectaban los grandes estrenos del momento. Sin embargo, en los barrios de la capital también eran escenarios de cines populares y que dicha capa social, acudían con gran afluencia. Tales eran los cines: “Cinzano”, “Marlboro”, “Montecarlo”, “Siboney”, “Ketty”, el aire libre del cine de “RadioTelevisión Dominicana” y para los que iban en vehículos sin tener que salir de los mismos estaban los AutoCinemas de “Plaza Naco” y el “Iris” este último en la avenida Independencia, y en esa misma ruta encontraremos los cines “Avenida” y “El Portal”.

Pues bien, esa cultura del cine de ver la cartelera, comprar las taquillas, y luego, tener un verdadero placer en el olfato sobre las recién hechas palomitas de maíz, acompañados o solo, elegir el asiento para ver los avances de películas, sketch de comedias de Cine Revista Dominicana, los anuncios y decirle al que está sentado atrás, snihh que bajara la voz o que no cuente la película, nos crea nostalgia y un universo de encuentros sentimentales que nos indica que la vida se compone de sueños. Tal y como lo dijo Antoine de Saint – Exupéry autor del libro El Principito: “Haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad”.

Así es el cine.  

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