Miguel Ángel, visto a través de Emil Ludwig

Emil Ludwig

Desde un cierto punto de vista, podría afirmarse que el saber pictórico del genio italiano Miguel Ángel se caracterizó en gran medida por las distintas facetas artísticas que llegó a dominar. Sobre todo por la representación imaginaria de los elementos de sus realizaciones, matizadas, en cierto sentido, por la vigilia onírica y lo puramente fantaseado, donde primara, concretamente, la pasión arrasadora de las formas y la síntesis perfecta de la belleza.

Emil Ludwig (1881-1948), el biógrafo más afamado de su tiempo, expone, como veremos más adelante, el canon de la filosofía artística de Miguel Ángel a partir de lo esencialmente ontológico. Al tiempo que alude al particular estudio del lenguaje de la fenomenología estética que el filósofo alemán Heidegger idealizó a partir de la experiencia mística, la cual fue objeto de estudio en Miguel Ángel, permitiéndole la perfección artística y trascendencia personal.

En ese marco histórico, el arte de Miguel Ángel refrenda una traducción psíquica puramente fantástica que permite entender considerablemente la magnitud de su genio y la traducción psíquica la cual privilegió en su tiempo histórico en su condición de pintor, escultor, arquitecto, anatomista y poeta.

Miguel Ángel ha sido considerado el artista que dominó el siglo XVI por la tradición histórica que asimiló a partir de los valores orgánicos de la creación estética donde funde filosofía, humanismo y contacto con la naturaleza desde la perspectiva de la secuencia de la historia y el tiempo.

El genio del Renacimiento exaltó la belleza a los niveles más altos de la imaginación, y en el arte buscó siempre la verdad, nutriendo su arte de alquimia y de los matices imprevistos de las evocaciones de sus recorridos de los tiempos clásicos que describe en sus invenciones. Hemos visto que muchas de sus obras parten de leyes físicas y antropológicas, y su relación con el mundo muestra lo fabuloso de la belleza y, en cierto modo, el mundo grecorromano por los símbolos precisos, claros y lúcidos que logra en sus composiciones.

Ludwig, autor de las impresionantes biografías de Beethoven, Bismarck, Goethe y Napoleón, al hacer un profundo estudio sobre Miguel Ángel, refiere que, en la época en que Lorenzo de Médicis descubrió al joven Miguel Ángel, lo llevó a su casa, en Florencia, y en un acto fanático lo obligó al arrepentimiento de un mundo pecador. Y, para ofrecer un ámbito amplio de los orígenes del genio italiano, inicia su narrativa con lo que sigue:

“Un río quieto nace cerca de Capresa, serpentea entre colinas y valles hacia la llanura florentina, se ensancha en seguida, para atravesar, caudaloso, la capital del mundo, reflejándose en sus aguas castillos e iglesias de los papas; luego -recuerda Emil Ludwig -sigue raudo su camino hacia el mar”.

Aquí se detiene el autor alemán para radiografiar la personalidad del niño que habrá de convertirse en genio:

“Un muchacho quieto, oscuro, abrió sus ojos en Capresa, se crio en Florencia, entrando después, poderoso, en la capital de los papas, reflejándose castillos e iglesias en su espíritu y, cuando tras largas décadas salió de la Ciudad Eterna y de la vida temporal, habíanse erigido en las orillas del río figuras inmortales creadas por su mano mortal y, junto al río, elevábase, gris azulada, la cúpula más atrevida del mundo, porque así la había soñado el anciano que noventa años antes naciera junto a las fuentes del Tíber ”.

Tal como refiere la escritora y crítica de arte, Margarita de Sarfatti:

“De prodigioso ha de catalogarse el arte de Miguel Ángel, expresando la evocación del mito guerrero. Hay en su arte el símil de Tiziano, quien pone de manifiesto la agudeza de lo que cada individuo es en sí mismo, pero también de lo que tiene que ser, parecer y representar en sus aspectos oficiales y sociales, no menos importantes ni menos verídicos”.

De las obras más importantes de Miguel Ángel cabe destacar el David, La piedad, (María con el cuerpo de Jesús en sus brazos), los frescos de la Capilla Sixtina y la basílica de San Pedro.

De manera que su arte contiene una magia milagrosa, donde existe una fina línea entre el genio de la imaginaria y la pasión por hacer que esta transcienda la luz de lo desconocido. El timbre prodigioso en sus realizaciones plásticas posee los territorios sin límites de un humanismo universal, cuya sensualidad artística articula una pluralidad que purifica todos los sentidos y reproduce una escala de valores culturales donde se fusionan el lenguaje, el tiempo, la imaginación y la memoria. Esta convención de signos, símbolos e ideas convirtieron a Miguel Ángel en el artista más consagrado de la humanidad.  

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