Ventana

Nuevos valores de la pintura dominicana (2 de 2)

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De todas maneras, no obstante el avance extraordinario de la inteligencia artificial, lo cierto es que en los últimos veinte años se ha destacado una corriente pictórica que asombra por su lenguaje y síntesis; por su carácter ideológico y su ideal estético. En ese contexto sobresalen estos artistas por el tratamiento de la técnica y los argumentos de un lenguaje autóctono. Las alternativas compositivas que plantean los artistas que han emergido en las últimas generaciones denotan el relevo de los grandes maestros por el dominio de la técnica y la pluralidad de conceptos que plantean en sus respectivas realizaciones.

En mis trabajos sobre el arte dominicano y los artistas que lo representan, pongo en contexto de manera particular lo histórico, filosófico y el lenguaje. Es esta una manera de ir más allá, en mis estudios, de los elementos cardinales que se plantea el artista a la hora de emprender el recorrido de la imaginación, lo inmanente y desconocido que entraña toda realización donde está presente lo cognitivo y sociológico.

Partiendo de esta concepción, me uno a la teoría del filósofo español Ramón Ceñal, S. J., quien, al estudiar al filósofo alemán Martín Heidegger, en su obra Palabra, ser y fundamento, plantea que el lenguaje, el cual, aplica en las artes plásticas, lo mismo que la filosofía actual, ambos términos pueden significar no ya un objeto particular de estudio, una zona o región temática del ser, sino el intento de descubrir cómo funciona, qué significa el lenguaje, la palabra en la especulación filosófica contemporánea.

Y añade:

“Como veremos, para una parte muy representativa de la filosofía moderna —el existencialismo en el más ancho sentido—, el lenguaje no es tanto un particular objeto de estudio que reclama un saber acotado y circunscrito, sino que el lenguaje, la palabra, es un centro vital del filosofar mismo: la palabra, como veremos muy pronto, descubre y revela por sí misma el más auténtico sentido de este supremo quehacer del hombre, que es el pensar, hacer filosofía”.

Nosotros nos preguntamos: ¿por qué el pintor, dibujante, escultor o arquitecto se empeña en formular un lenguaje personal, una filosofía de la obra que con empeño plasma en el lienzo, papel o cualquier otro material? La respuesta no es fácil, porque, en cada acto creativo, el artista se propone una filosofía existencial que es la que da explicación al lenguaje que la sustenta. Para Heidegger, lo mismo que en el artista plástico, en su obra debe haber una concepción filosófica a partir de su ser real concreto, existente, puede ser y de haber en el hombre como en el artista una existencia filosófica que explica la existencia de las cosas, de aquello que crea a partir de sus sentimientos, su naturaleza en el más alto sentido.

“Para esto, siempre mirando a la revelación del ser mismo en su verdad, Heidegger analiza el ser del hombre en su existir concreto y real, para dejar al aire esas estructuras de la existencia humana que apuntan siempre, explícita o implícitamente, hacia la luz del ser”.

Por ello, plantea que: “La existencia humana es un estar siempre en algo, tenso hacia algo; es siempre, fundamentalmente, un estar en un mundo, en vecindad activa con un contorno de cosas y de hombres. Y Heidegger nos dice que es esta existencia humana, como ser-en-el-mundo, lo que se expresa primariamente en la palabra. Así, ser en un mundo, habitar en él y existir en la palabra son igualmente originarios y primeros. Del existir de la palabra derivan las lenguas, esos otros mundos de palabras, de palabras ya convertidas en instrumentos, en cosas, que los hombres pueden manejar. La palabra es, así, despliegue articulado de la comprensión de un mundo, de ese ámbito de significaciones, de sentidos, de importancias que el mundo, su contorno es para el hombre.

Argumenta, al mismo tiempo, que:

“El hombre no está solo en un mundo de cosas álalas, sin palabras; el hombre está en el mundo coexistiendo, conviviendo con otros hombres. De esta mundanidad en coexistencia, en convivencia, brota la palabra como comunicación. Pero, nótese bien, para Heidegger la palabra no resulta aquí tampoco adventiciamente, posteriormente a la presencia, al descubrimiento de los otros hombres; porque tampoco el hombre es adventiciamente un ser con otros hombres; el hombre es constitutivamente, ya en su existir primero y originario, un ser en compañía con otros hombres. Y esta misma coexistencia originaria descubre y funda la palabra; la comunicatividad de la palabra es por sí misma descubrimiento de esta condivisión, o mejor, de esta comunión de existencia, que es a su vez condominio de un mundo; la palabra, dice, explicita esta comunicación primera y originaria, esta intersubjetividad radical, negación de soledad, que es la humana existencia”.

A partir de esta concepción filosófica y estética, debemos reconocer en los artistas Firilei Báez, José Pelletier, Fermín Ceballos, Hulda Guzmán, Mirna Ledesma, Thelma Leonor Espinal, Manuel Nina Cisneros, Luis Reyes Guzmán, Samuel Priego, Watson Pablov, Alejandro Asencio, Remy Ulloa, Oscar Abreu, Ana María Dotel, Gerard Ellis Ruiz, Soraya Abu Nab´a, Rafaela Luna, (Nueva York), Lucía Méndez, Julieta Pérez (Prissell) y Yubo Fernández, entre otros, han logrado imponer su arte a nivel nacional e internacional, fenómeno que está propiciando un nuevo relevo en las artes visuales dominicanas.

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