Cuidemos nuestro Ajedrez

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Desde su surgimiento hace quince siglos hasta nuestros días, el Ajedrez es uno solo; desde que al final de la Edad Media recibió su denominación actual, hasta comienzos del siglo XXI, el Ajedrez ha sido el mismo, no obstante las variaciones en sus leyes, figuras y reglamentos, ha sido único para regocijo de sus amantes.

El Ajedrez se practica en el Norte y en el Sur, en el cosmos, en la Siberia lejana y en el pobre Haití. Es el Ajedrez solemne de un gran torneo, el que jugamos de hobby en un avión, en un parque o en una hermosa playa caribeña.

El Juego Ciencia tiene una sola Historia: el que jugó Alejandro Magno en Macedonia y Napoleón en Santa Elena; el de los escritores W. Shakespeare, J. W. Goethe y L. Tolstoi; el que tuvo entre sus aficionados al Papa León XIII y a Juan Pablo Segundo.

Es el Ajedrez musical de F. Mendelssohn, S. Prokofiev y R. Schumann; de científicos como A. Einstein y J. R Oppenheimer; o de políticos como A. Lincoln y M. Robespierre.

Es el mismo Ajedrez de los españoles Alfonso X el Sabio, Lucena y Ruy López de Segura; el del Greco el Calabrés, el árabe Stamma, el francés Philidor y del norteamericano Morphy, todos precursores del juego en diferentes épocas y dignos representantes terrenales de la Diosa Caissa.

Es el mismo Ajedrez que reconoció a Steinitz como primer Campeón Mundial oficial, el que nos legó a Lasker como el gran luchador dentro del tablero, al talentoso Capablanca, al artista Alekhine y al extraordinario Botvinnik; es el Ajedrez que permitió las combinaciones de Thal, la solidez de Petrosian y la caballerosidad de Spasski. Es el Ajedrez que se engalana con las partidas de Fischer, Karpov, Kasparov y Carlsen.

Es el Ajedrez que motivó a Capablanca a los 4 años de edad, el que practicaba Smislov a los 84 o el que destacó al terrible Korchnoi. Es el mismo Ajedrez que ha visto transcurrir docenas de generaciones de Maestros distinguidos, aficionados apasionados y directivos entusiastas y capaces de haber elevado al Noble Juego a la inmortalidad.

El Ajedrez es uno solo, con muchos más dones que pecados, con una deslumbrante luz que cautiva a católicos y musulmanes, budistas, confucionistas y taoístas, hinduistas y yorubas; es el Ajedrez de los ricos y poderosos, el de los miserables desclasados, en fin, el que practican millones de habitantes en la Aldea Global llamada Planeta Tierra.

Es el Ajedrez que admiramos cuando conocemos sus aportes al desarrollo deportivo y cultural de la Humanidad, cuando vemos su contribución a la formación integral del Ser Humano y a la Sociedad. Aplaudimos cuando comprendemos que entre sus próximas encomiendas es consolidarse como un paradigma para la investigación científica sobre estrategias de interacción y búsqueda de la toma de decisiones óptimas y en el manejo de variables para alcanzar las mejores opciones en diferentes ramas de la Economía. Es el Noble Juego que apreciamos en la actualidad como herramienta para combatir la posible aparición del Alzheimer.

Celebramos cuando apreciamos la creciente importancia que ha tomado el Juego Ciencia en la vida moderna, cada vez más conectado con el desarrollo tecnológico actual. Vemos como se multiplica su esfera de influencia en la Educación, la Pedagogía, la Cultura, la Cibernética, la Psicología, en la Economía y la Política. Su prestigio e importancia crece entre profesionales y políticos, cineastas, artistas y gente común, entre altos ejecutivos, escolares y personas de condición económica humilde.

Sin embargo, por ser el Ajedrez el mismo, uno solo, que no pertenece a nadie en particular, que es de todos los que lo practicamos dignamente en Moscú, Buenos Aires, Luanda o Santo Domingo, es que debemos cuidarlo para evitar que en su nombre se realicen acciones que le resten importancia, prestigio y nobleza en cualquier parte del mundo.

-Debemos cuidarlo de los directivos que se sirven del Noble Juego para su provecho personal y que convierten a las Federaciones en simulaciones de partidos políticos con los vicios que esto conlleva.

-Debemos cuidarlo de los Directivos que violan la institucionalidad y promueven un favoritismo desmedido entre jugadores, árbitros y entrenadores.

-Debemos cuidarlo de los Árbitros que a la vista de todos toman decisiones parcializadas y deshonestas acorde a sus intereses particulares o de sus jugadores preferidos.

-Debemos cuidarlo de los instructores y pseudo entrenadores que pretenden enseñar lo que deberían aprender y se convierten en mercaderes del deporte.

-Debemos cuidarlo de los personajes oscuros que procuran apropiarse del brillo de los jugadores talentosos que poseen luz propia.

-Debemos cuidarlo de los organizadores de Torneos que utilizan artimañas para favorecer a determinados jugadores.

-Debemos cuidarlo de los periodistas que desinforman al lector con manipulaciones y falsedades alejadas de la realidad.

-Debemos cuidarlo de los jugadores tramposos que emplean diferentes tretas para conseguir una victoria.

Por suerte para sus adeptos en cualquier rincón del mundo, el Ajedrez es una actividad que brilla con luz propia y deja en la sombra a los personajillos que temporalmente le ocasionan daño y que, cuidado por la gran mayoría de sus fieles seguidores, seguirá su rumbo al futuro como una maravillosa creación del ingenio humano con virtudes tan innumerables como los granos de arena de un desierto.

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