Recordar es bailar
La propensión a recordar se hace mayor a medida que más hemos vivido, es un asunto físico y hasta matemático. En palabras más sencillas: A mayor días vividos, aumenta la memoria.
Ahora bien, en esta época digital y mayormente tecnológica, cuando se habla de memoria con alguien joven, inmediatamente asume que nos referimos a un celular o a un computadora, no a una persona, no a un pueblo, no a un país.
En una época se usaba mucho el término memoria colectiva, para referirse a esas cosas que todos los miembros de una comunidad recuerdan.
En mi caso, dado mis escasos y maltrechos conocimientos digitales, casi siempre me refiero a la memoria humana o a mi memoria, que dicho sea de paso, siempre ha sido una poderosa herramienta, aún tras mi aparatoso accidente, que en ocasiones, como ahora, prefiero no recordar.
La cuestión es que no tengo quince años, como le diría a un amigo, se ha vivido y precisamente porque no soy de ahora, me resultan tan vivificante recordar épocas pasadas de mi vida, como cuando llegábamos del colegio a casa -mis cuatro hermanas y yo- y nos tirábamos del carro antes de que mi papá terminara de parquearse, para llegar corriendo al televisor y encenderlo, pues al ser cinco hermanos teníamos la regla de que quien lo prendía decidía qué ver. Casi siempre veíamos el show del mediodía mientras comíamos y como resultado de esa memoria de años luchando con mis hermanas para encender primero el televisor, ahora recuerdo ese merengue de Wilfrido Vargas, Las avispas, que siempre me gustó mucho y que ahora les dedico a ellas cuatro. Dice en un momento “Loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, tú eres loca. Te dije que no brinque el cercao, te estás volviendo loca y loco me has dejao”
Yo pensaba escribir algo menos personal, pero el hecho de que se retrata de algún modo otra época, me parece que le da cierto valor a la memoria y como sólo se puede decir ahora, tras estas palabras y con Wilfrido Vargas de fondo: Recordar es bailar.