Rosy Torres: “Buenos días San Cristóbal”

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En ocasiones la vida te estruja, te hace morder el presente, pero según el sicólogo Víctor Frank, existen personas que aún en medio de situaciones límites suelen ver con optimismo el futuro. Rosy Torres es una de ellas.

Cada amanecer, su “Buenos días, San Cristóbal” en el programa El Despertar de la Mañana en la emisora Magis, retumba como grito de esperanza para una audiencia que reconoce en ella la inteligencia de un mensaje que puede buscarle el doble sentido a cualquier realidad, por agobiante que sea.

Su risa es contagiosa y suele transmitir ideas con una libertad que da gusto. Sentarse a degustarlas bien temprano, visten al oyente con argumentos útiles sobre el por qué no debemos normalizar la bulla musical del colmado o la corrupción arropada de favores.

La espiritualidad ignaciana y ella coinciden. El rol de evangelizar no debe tratar de allanar y uniformar la cultura, sino vivificarla en acciones que ayuden a las personas a buscar el bien en su cotidianidad. Hay temas que la envuelven en sentimientos de tristeza, sobre todo cuando es testigo de algún acto de injusticia. En esas ocasiones no ríe y su voz suele quebrarse en el micrófono. Enn silencio, habla.

Su familia tiene historia en los medios. Su padre, Jesús Torre Tejeda, y su madre, Rosa Neyda Gómez Baez (conocida como “Bambalina”), fueron dos marca-país en el ámbito comunicativo-cultural.

Hoy, ella, con su talento, ha forjado su propio estilo. Es una mujer valiente que ante los nocauts que el mal espíritu ha puesto cerca de su vida, no se ha quedado en el suelo y, con orgullo, pone su testimonio al servicio de otras mujeres que han sido víctimas de diversos tipos de violencia.

Hay dos formas de ser gestora cultural y comunicadora. Está la que va emitiendo pensamientos fáciles cercanos al poder, y otra es el estilo de Rosy, que va preparando sus ideas para que cuando salgan por el micrófono o cobren vida en un espectáculo derrumben ochenta filas de chapucerías y malabares de corrupción de un solo golpe. Esa felicidad es infinitamente superior a mantener una posición social segura. Ahí, en esa coherencia de vida hay un riesgo, la pobreza.

Rosy Torres, con su vida, nos muestra lo útil de aprender a valorar la alegría minúscula. “La clave está -diría ella- en que las pequeñas acciones en pos del bien deben parecer grandes”. Espero no se moleste por develar su secreto.

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