Ventana

Techos del mar

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Llevo unas cuantas semanas trabajando en KRÁNEO, oficina de publicidad de unos amigos de toda la vida, la cual está ubicada en un edificio muy cercano al cruce entre las avenidas Abraham Lincoln y Gustavo Mejía Ricart, en el centro del Santo Domingo moderno, post moderno, hiper moderno o recontra-moderno. Todos los sobrenombres son escritos desde un aire acondicionado, lo que justifica un chin la exageración, que trata de ser tan aparatosa como la realidad de esta zona de la capital, donde no paran de crecer los edificios.

Toda mi vida he “jangueado” por la zona colonial, de hecho constituye uno de mis orgullos personales haber vivido mi primera infancia en la calle Salomé Ureña #2, tal vez por eso me resulta tan sorprendente de pronto ver la cantidad de edificios y la velocidad de la nueva vida moderna, postmoderna, hipermoderna, recontramoderna, en la zona en que está ubicada la oficina de publicidad.

No se trata de exagerar por exagerar. Siendo poeta, siempre hay algo de ello, la vaina es que en esta parte de la ciudad se nota más la velocidad y el crecimiento urbano aunque, siendo dominicanos, tengamos mucha cachaza para el “déjalo así”, “eso se hace ahorita, ahorita mismo”, “si, ombe, casi, casi lo ´tamo haciendo, deja coger un aire que hace demasiado calor” y se repite quinientas veces que no se puede casi ni respirar con este calor en el que nacimos y sin el que no podemos vivir y se hace todo, pero también todo se baraja un poco.

Tengo un amigo sin bozal que cuando estamos sacando ideas en la oficina, mirando por las ventana la rumba de edificios, siempre me dice: -Homero, mira la lavandería tapando el firmamento.

Y terminamos riendo con su manera de referir al lavado de dinero a través de la construcción de edificios.

No es un asunto moral, es una observación completamente inofensiva entre amigos de toda la vida que extrañan la visión larga y que siempre apreciaron topar con las pupilas el horizonte.

Al final, siempre terminamos bajando a la zona colonial, donde se disfruta con cariño e historias muy personales de las casas de un piso y de los techos del mar.

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