Arquitectura y principios académicos en la obra de Gonzalo Borges. Técnicas, temas, conceptos y sensibilidad
La pintura viene a ser la expresión del alma del pintor. Sabemos por los tratados teóricos que la disposición del alma es decisiva. De esta suerte, cada impacto viene a ser un ideograma. Tarea inicial del artista es la de sosegar su espíritu, liberarse de las presiones exteriores.
- J. J. Martín González
Es reconocida la depuración de las composiciones de este consagrado artista cubano, quien exalta la materia pictórica al máximo logrando una escala de valores que descifran el universo que traduce las sensaciones y visiones de sus pinturas y dibujos.
En ese aspecto, el espectador puede comprender con facilidad los elementos simbólicos en sus producciones, los cuales permiten conocer la experiencia estética de Gonzalo Borges y la manera con que él crea en la obra inquisidoras miradas que permiten ir más allá de su corpus composicional e imaginario. Interpretar el mundo de sus pinturas y dibujos requiere una capacidad artística de parte del espectador, curador o crítico de arte. De lo contrario, se pierde la oportunidad de apreciar un arte de valor estético considerable.
Sentidos, formas, sensibilidad y los recursos técnicos proporcionan en sus pinturas y dibujos, sin importar el estilo, una frescura visual y agitadas emociones por las crecientes invenciones que Gonzalo Borges reproduce en sus pinturas como si se tratara de una catedral de estructuras que en sus superficies exteriores e interiores reflejan planos y ámbitos armoniosos.
Gonzalo Borges es traductor de su propia obra. Un traductor ecléctico por la variedad de lenguajes que examinamos en sus obras y, a partir de su constelación de símbolos y formas que se movilizan por toda la superficie de sus pinturas y dibujos, descubrimos los trucos que utiliza para realizar sus composiciones, donde combina lo cognitivo con la antropología, lo visual en distintos estilos con una exponencial catatara de ideas al trazar con verdaderos aciertos los contextos artísticos.
El universo de sus imágenes, al poner de manifiesto lo académico, lo intelectual, lo estratégico-conceptual, exhibe paradojas y criterios estéticos que denotan la conciencia estética del artista con lo intemporal de su producto que, en este caso, viene a ser la obra, un caso especial, es decir, el deleite de lo imaginario y lo real. Por tanto, el espectador encontrará en la obra de Gonzalo Borges una sinergia, una conexión entre individualidad, conciencia y contexto estético que configuran una sucesión de ámbitos mentales y que con toda naturalidad se reflejan en la mayoría de sus pinturas y dibujos.
En otro campo estético, técnico y estructural, aparece en todas sus realizaciones pictóricas la luz brillante, la intensidad de la gama de colores que el maestro cubano utiliza a partir de combinaciones fantásticas y en la que se esfuerza por poner en contexto un diseño compositivo bajo el estímulo de experiencias que son el caldo de cultivo de su inspiración. Estilíticamente hablando, su obra es el resultado de una técnica muy depurada y del hábito de dialogar siempre con la naturaleza de donde extrae el grado máximo y preciso de sus pinturas y dibujos en distintas dimensiones estéticas.
Las técnicas y la creatividad tienen en la obra de Gonzalo Borges una marcada iconografía. Su estilo constituye una modalidad de valores táctiles y, por esa razón, prefiere una estructura densa y variada donde confluyen sentimientos fantásticos que aportan significado místico, poético y un valor estético en sí mismo a toda la atmósfera del cuadro o el dibujo.
Estos dos ejes fundamentales en la obra del maestro Gonzalo Borges son el fruto de su exhaustiva y pormenorizada ejecución composicional a tono con la estructura de sus realizaciones pictóricas. Por su parte, el maestro es adicto, como he argumentado en otros apartados, del abstraccionismo desde cierto eclecticismo, reconocido su estilo por la crítica artística. También es notable dibujante y acuarelista cuyo grafismo modelado, admirable y singular son notables al resaltar sus escenas mitológicas y de bailes y música populares.
También sus retratos y la figuración impresionista resultan una empresa creacionista muy depurada, de pronunciada arquitectura y alegoría. Esto lo podemos comprobar en obras como Gestación, Sobre la mesa, En la hamaca, Hombre con paloma, pintados en Cuba, (1985). Obras de un diseño arquitectónico ejemplar: El pianista, Olohín, Sikan, Oshun, entre otras.
En la obra de este prestigioso maestro hay concordancia de significados y conceptos, y este fenómeno la hace superior en sus planteamientos teóricos y estéticos. También es calificable su evolución intelectual por lo que el espectador al contemplar ya sea una pintura, un dibujo o una acuarela de la autoría del maestro Gonzalo Borges se detiene a evaluar su refinado modelo en la composición y en los diferentes grados de sus sistemas dialécticos.
El ritmo, lo onírico, lo alegórico constituyen un todo en sus realizaciones pictóricas, un todo como he afirmado al principio de este trabajo. Sobre manera, en los aspectos de la figuración como génesis y puntos de referencia que se transforman en una sintaxis de la composición y en un pujante lenguaje que nos hace partícipes de las formas que se movilizan por toda la atmósfera del cuadro y producen una manera distinta de mirar el arte del maestro Gonzalo Borges; su ensayada técnica, la manera con que aplica los pigmentos y la utilización de la cinta que ha utilizado a lo largo del tiempo y que permite que el “chorreado” y los “esfumados” se conviertan en la superficie del cuadro en símbolos y planos tridimensionales en casos de sus pinturas: Movimiento, Quijote de la Mancha, Gitana tropical, En el balcón, Enamorados y centenares de figuras que comprenden las series: Bailarinas, Merengues, Ofrendas, Ángeles, La hamaca, Paisajes, Bodegones, Seres mitológicos, Perros, Gallos y Los toros, entre muchos otros estilos.
De manera pues que la obra del maestro Gonzalo Borges contiene una representación física, metafísica y filosófica, en la que el crítico artístico descubre una belleza estética poética que refleja la limpieza de corazón del artista por la sensibilidad que transmite y la estampa de su pasión y entrega al poner de manifiesto novedades recurrentes en su arte. Es un artista que, como los buscadores de diamantes, busca y encuentra en sus creaciones la plenitud de todo arte original y cautivador.
Símbolos antropológicos y místicos en la obra del maestro Gonzalo Borges
Soy consciente de que muchos afirmarán que nadie puede hablar con los espíritus y los ángeles mientras viva en su cuerpo mortal; muchos opinarán que es todo tipo de objeciones. Sin embargo, a mí no me desamina ninguna de ellas, puesto que he visto, he oído y he sentido. Emanuel Swedenborg
Las mitologías son más antiguas que la representación de los ángeles y las deidades que los filósofos griegos presocráticos y los propios estoicos describen con mucha propiedad espiritual. Son anteriores al Antiguo y Nuevo Testamento y aparecen con anterioridad al “ángel mensajero iraní Vohu Manah (espíritu del bien), revelando el mensaje de Dios a Zoroastro hace dos mil quinientos años, y, por supuesto, están presentes en la humanidad antes de que el arcángel Gabriel dictara el Corán a Mahoma más de mil años después. En ambos casos, el papel de estos espíritus de Dios es mucho más importante que su propia identidad, su naturaleza de “ser”.
No es una exageración afirmar que una especie de “aura”, de “ángel”, visita con frecuencia el taller del consagrado maestro Gonzalo Borges. De lo contrario, no encontraríamos en su obra la representación simbólica de figuras mitológicas, la narrativa de leyendas que se remontan a espíritus de antepasados, a seres fantásticos, a creencias mágico-religiosas pertenecientes al monoteísmo, al judaísmo, al zoroastrismo, al cristianismo y al islam.
Es lógico suponer que también lo místico tiene gran incidencia en la obra de este gran maestro, partiendo del hecho de que sus imágenes proceden de un arquetipo de cánones, tradiciones y espiritualidad cónsonas con la naturaleza del “Ser” desde mucho antes del inicio del cristianismo. Esta manifestación sincrética en sus pinturas y dibujos tiene mucho que ver con la investigación histórica y cultural que ha desarrollo Gonzalo Borges y cuyos conocimientos los ha llevado al lienzo de manera solvente.
En la obra de Gonzalo Borges se valora considerablemente la historiografía del valor artístico y el carácter de lo mítico-religioso africano. Para este consagrado maestro la espiritualidad y la belleza física forman parte de los conceptos fundamentales de su creación, tomando en consideración lo que expresa Goethe cuando dice: “El arte es formador mucho antes de ser bello”.
Más que la hermosura perfecta, el maestro cubano entiende que el arte es una “virginidad intacta”, y por esa razón busca y encuentra en sus concepciones ancestrales de toda cultura que estimule los sentidos y la conciencia, porque su contenido tiene más fuerza que su representación y que la propia belleza, la cual según Ernst Cassirer, en su Antropología filosófica, “no es de ningún modo la meta única”.
En cambio, Delacroix no tomaba en cuenta “la belleza eterna que cambia cada veinte años”.
Está claro que la belleza en el arte de Gonzalo Borges se aferra a la estructura composicional de las voluptuosidades de sus figuras e imágenes; a las visiones de los mundos interiores y a las facultades que, desde el punto de vista del gusto, de los efectos estéticos y lingüísticos, simbolizan una fecundidad conceptual imprevisible.
En la mayoría de las pinturas y dibujos del maestro Gonzalo Borges se manifiestan los diagramas cronológicos que se han esparcido por todo el mundo, haciendo énfasis en lo trascendente, en la conciencia secreta del Ser, el cual revela una fuerza energética en la que percibimos una identidad con la cultura africana que fue situada a la fuerza por los conquistadores españoles y sus intereses económicos y poder militar en los siglos XVI, XVII y XVIII, en lo que hoy se conoce como el Caribe.
Vemos en este contexto que la cultura africana fue trasplantada en la isla Hispaniola por puros intereses económicos a través de los mecanismos de los ingenios o (trapiches) y la instalación de las haciendas para el cultivo de vegetales, la crianza de animales y el cuidado de los señores feudales. Esto originó con el tiempo una cultura disímil, arraigada en los hondos sentimientos de los africanos que, con nostalgias, echaban de menos sus antepasados, las tradiciones, costumbres, mitos, ritos y leyendas que todavía sobreviven a través del vudú y la santería en Cuba, Haití, República Dominicana y en las Antillas inglesas, donde el sincretismo de sus cantos y actitudes psíquicas ofrecen un abanico de cualidades mágicas.
Pero también reconocemos cómo esta diversidad de símbolos y representaciones se fueron transformando en una cultura que sigue teniendo vigencia ampliamente seductora, como manifiestan muchas de las figuras del maestro Gonzalo Borges; emblemáticas en sus atributos y lenguajes estéticos, los cuales engarzan múltiples existencias y en sus procesos suprarracionales.
De esa manera, Gonzalo Borges hace causa con el profesor Amadou-Mahtar M´Bow, en cuanto a que “se rehusaba a ver en África al creador de culturas originales que se han desarrollado y perpetuado, a través de los siglos, por unos caminos que le son propios y que el historiador no puede, por tanto, comprender sin renunciar a ciertos prejuicios y sin renovar su método”.
Insiste el profesor M´Bow: “El continente africano casi nunca era considerado una entidad histórica. Por el contrario, se ponía el acento en todo lo que podía acreditar la idea de que habría existido una escisión, desde siempre, entre un “África blanca” y un África negra”, ignorantes la una de la otra”. Añade: “Frecuentemente se presentaba al Sáhara como un espacio impenetrable que hacía imposibles las mezclas de etnias y de pueblos, de intercambios de bienes, de creencias, de costumbres y de ideas, entre sociedades constituidas a una y otra parte del desierto”. Termina señalando: “Se trazaban fronteras herméticas entre las organizaciones del antiguo Egipto y de Nubia, y las de los pueblos subsaharianos”.