El nuevo orden mundial

Cámara de Representantes de los Estados Unidos. EFE/EPA/JIM LO SCALZO

Cámara de Representantes de los Estados Unidos. EFE/EPA/JIM LO SCALZO

A casi dos años desde la escalada militar de Rusia en Ucrania, el conflicto ha tomado unas riendas muy diferentes a la narrativa inicial de guerra relámpago perseguida por el Kremlin. Más bien, parece haberse convertido en un enfrentamiento de desgaste donde se juega a cansar al enemigo.

En este sentido, Occidente parece haber realizado mal los cálculos a la hora de prever la capacidad de resistencia rusa a las sanciones impuestas por parte de la Unión Europea, así como su aptitud para soportar una larga guerra de desgaste. De hecho, las medidas económicas no han logrado debilitar ni mucho menos aislar a Rusia y la estrategia de desgastarla en una guerra interminable parece estar afectando más a Europa. Lo único que han logrado estas medidas es acercarla más a China.

En la actualidad, se ha abierto un nuevo frente de guerra en Medio Oriente entre israelíes y palestinos a causa del ataque sorpresa llevado a cabo el 7 de octubre por el grupo terrorista Hamas, provocando la muerte de más de mil cuatrocientas personas. En respuesta, Tel Aviv bombardeó la Franja de Gaza con el objetivo de destruir a Hamas, desatando una verdadera crisis humanitaria en la región.

En este sentido, Estados Unidos ha reafirmado su apoyo incondicional a Israel, condenando el ataque y destinando ayuda militar en territorio israelí para combatir la amenaza que representa Hamas y dejar claro que sigue siendo un socio estratégico de Tel Aviv.

Por lo tanto, la Casa Blanca se encuentra ante la encrucijada de defender dos frentes de guerra al mismo tiempo, incrementando la ayuda militar o dividiéndola entre ambos. La interrogante que surge espontánea es si Washington tiene la capacidad para defender a Israel y Ucrania a la vez, o si deberá priorizar uno de los dos y de ser así, cuál será.

A este respecto, el 6 de diciembre del presente año, el Congreso de los Estados Unidos bloqueó la ayuda de 110.500 millones de dólares destinada a Ucrania e Israel, dado que un grupo de republicanos exigió reformas con miras a parar la entrada masiva de migrantes por la frontera sur con México.

Cinco días después, el presidente Volodímir Zelenski viajó a Washington en busca de convencer a los congresistas de la importancia de recibir apoyo financiero para luchar contra la invasión rusa. Es evidente que Washington tiene algunos problemas internos que podrían influir de manera negativa en el mantenimiento de los múltiples frentes abiertos que tiene en este momento, teniendo en cuenta que Taiwán sigue siendo uno de ellos.

Al parecer, Ucrania podría ser el de menor importancia en la actualidad, por ser un conflicto de larga data, pero proponerle a Putin sentarse en las mesas de negociaciones dejaría ver una vez más la incapacidad del liderazgo occidental. De este modo, Pekín podría sentirse menos atemorizado a la hora de invadir Taipéi y la unión entre Rusia y China cobraría más valor ante el mundo, socavando aún más el orden liberal donde aparece Estados Unidos como única potencia hegemónica.

Finalmente, mantener todos los frentes de guerra podría ser una tarea difícil para un Estados Unidos que se enfrentará a nuevas elecciones el próximo año con múltiples problemas internos, sin tener en cuenta que de ganar Donald Trump las prioridades podrían cambiar totalmente.

Todo este panorama incierto es típico del cambio de época que está atravesando el mundo actualmente, con un nuevo sistema que está naciendo y del cual el mundo protagoniza los dolores de parto. Una vez más, Occidente con Estados Unidos a la cabeza trata de liderar el nuevo orden mundial, frente a una China y Rusia cada vez más unidas que apuestan a un sistema internacional más justo, estable y duradero a palabras de Putin.

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