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Memento mori: el paso del tiempo y la certeza de morir

Se comenta la obra del gran poeta español del siglo XV Jorge  Manrique

Se comenta la obra del gran poeta español del siglo XV Jorge Manrique

"La muerte es el único destino certero que nos iguala a todos". Con estas sencillas pero profundas palabras, iniciamos este viaje por una de esas obras que, sin quererlo,

cambian nuestra percepción sobre la vida y la muerte. Por supuesto, me estoy refiriendo a "Coplas por la muerte de su padre", escritas por Jorge Manrique en el siglo XV y que

constituyen una de las cumbres de la poesía castellana medieval y un clásico ineludible de la literatura española. Compuestas en octosílabos con rima consonante, las coplas manriqueñas destacan por su honda reflexión existencial sobre la inevitabilidad de la muerte y lo efímero de la gloria terrenal. Como afirma Dámaso Alonso, en esta elegía fúnebre “Manrique no llora simplemente la muerte de su padre: su llanto tiene un sentido universal” (1983, p. 56). A través de una estética sencilla y depurada, las coplas transmiten la conciencia del paso del tiempo y la fugacidad de todo lo mundano.

Al leer estos versos que evocan el dolor ante la muerte de un ser querido, se me hace inevitable recordar la reciente pérdida de un familiar cercano. Como dice Manrique en los versos iniciales: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir”. La imagen del río que desemboca en el mar evoca el carácter fugitivo de la existencia que

avanza rápidamente hacia su fin. Este tema reaparece en diversas coplas, como cuando afirma: “Los placeres y dulcores / de esta vida trabajada / que tenemos / no son sino

corredores, / y la muerte, la celada / en que caemos”. Muchos hemos crecido escuchando que todo tiene su final, y que en la vida hay buenos y malos momentos, que hay sonrisas y llantos, alegrías y desgracias. Y que aún así, poco a poco vamos superando las dificultades. Sin embargo, este camino llamado vida tiene su fin y el de todos en algún momento llega. Y sí, es doloroso ver cómo nuestros seres queridos se desmoronan con cada segundo que pasa, cómo sus voces se apagan, sus pasos dejan de resonar y su tacto se enfría. Pero Manrique nos enseña que cuando se van, sí bien nos queda la nostalgia y el vacío de su partida, pero también los recuerdos de sus enseñanzas y los buenos momentos vividos juntos.

Junto a esta reflexión sobre la fugacidad de la vida, las coplas contienen también una dimensión moral y espiritual. Manrique no se limita a constatar lo efímero de la vida, sino que invita a aprovechar el tiempo y vivir con rectitud. Como afirma: “Dejemos a los troyanos

/ que sus males no los vimos / ni sus glorias; / dejemos a los romanos / aunque oímos y leímos, / sus historias”. Más allá de las hazañas históricas perecederas, lo realmente importante es vivir con moralidad. Por ello, exhorta a su propia alma: “... y consiento en mi morir, / con voluntad placentera, / clara y pura, / que querer hombre vivir / cuando Dios

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