Ventana

Frente al mar

Como pasa la visión del lector, pasa la óptica de una cámara cinematográfica

Como pasa la visión del lector, pasa la óptica de una cámara cinematográfica que se traslada de izquierda a derecha -como ya hemos presenciado muchas veces en el cine- y nos muestra primero que nada a La Pancra, vestido de buzo en la playa, con un traje de bucear color rojo chillón, que no deja nada de su piel expuesta al fiero sol, mientras pelea verbal y gestualmente con los que le rentaron las enormes chapaletas, también rojas, que lleva puestas.

La Pancra: -Mira “saltapatrás”, ya yo me voy a meter así, azaroso, pa no perder más tiempo, pero deja que yo salga pa que tu veas al mismo diablo.

A su lado está parado Fifí, vestido casi como un negociante español de la calle El conde, con camisa mangas cortas de cuadritos y pantalón largo, bueno, tiene puestos un traje de baño que le llegan casi a los tobillos, y unos lentes rojos de sol que más bien parecen dos sombrillas y que le cubren toda la cara.

Junto a Fifi está -empanizada de pies a cabeza- La Maceta Rodriguez, su traje de baño no se ve por la arena de playa que le cubre hasta los pensamientos, pero son las tiritas color camuflaje que mencionamos antes. Mas que la Maceta Rodriguez, aquello entre La Pancra y Fifí, parece una croqueta gigantesca.

Praxísteles está de pie allí, junto a Fifí, como si ya lo hubieran atrapado y pensando en lo que será su declaración, pues aunque tiene puestas unas bermudas, estas son rayadas blanco y negro, su T-shirt también. La verdad es que su mente está más en seguir atentamente al Mudo, a quien tiene a su lado, para definir de una vez por todas cómo es que van a quedarse a vivir en este paraíso al que le trajeron sus compañeros de cárcel.

Para terminar el recorrido suave de la imaginaria cámara, entre cocos, arena de playa, sus cuatro compañeros que le preceden y por su puesto el mar de Bávaro de fondo, nos topamos con El mudo, Vestido sólo con un traje de baño negro que a cada movimiento brilla y hace brillar al sol y los ojos de quien sea que lo vea. Pareciera que el mar le hace bien, pues aunque no suelta el “Aró, aró, aró” con el que parece respirar, se le percibe calmado y como en poquísimas ocasiones en toda su vida, El mudo no dice nada, sólo sonríe.

Si existiera una fílmica que te hable de cómo responden las personas ante la imponente presencia del mar, esta es la idílica presentación de estos cinco criminales.

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