(Continuación del relato “El quinteto victorioso’)
La Pancra

Todo el preso tiene su apodo, gústele o no le guste; tiene que aguantarlo, aprender a vivir con él ahí adentro o ganárselo, fajarse a pelear con quien sabe cuantos demonios pa que te digan como tu quieras que te digan y se lo digo yo, La Pancra, ahí adentro hay muchas buenas razones para rebanarse con cualquier demonio, entre ellas la vida, pero ¿por un apodo? No ombe, no seas tu pendejo.
Ahora, vamos con orden, que hasta en La Victoria hay un poquito de orden, no mucho, pero hay un orden, que si no, las cosas se salen de sitio, como nos salimos nosotros, jajajjajajajajjajaja de ese desorden de demonios de La Victoria. Bueno, déjenme empezar otra vez, que ‘toy hablando de orden y desorden sin decir aró, pero casi como el mudo y ya no se sabe qué ta diciendo y qué no ta diciendo La Pancra.
Mi nombre es Eduardo Pancracio Rosario y sólo algunos panitas de los que andaban en mi corito en La Victoria se atrevían a decirme La Pancra y no es que no me guste que me digan así, en el fondo a mí no me importa, y tampoco es que me guste matar a nadie por un relajo, pero le saco la bilis al más fiera por una picá de ojos, así de fácil, tranquilito, como si na, como que na e na, como el que no quiere la cosa.
Regístrate Gratis
Por favor, regístrate ahora para seguir leyendo