¿Qué tan desacostumbrados estamos a que nos quieran?
En días pasados le expresé mi cariño a algunas amistades y a mis primas. No es que ellas sean la más afectivas, pero quería dejarles el mensaje de lo mucho que aprecio la presencia de cada una en mi vida y sin siquiera recibir un “gracias” como devuelta. Algunas se adelantaron a preguntarme “¿Qué pasó?
Entiendo que el mensaje haya sido motivo de sorpresa para algunos y me place saber que la devolución del “te quiero” haya sido una muestra de preocupación hacia mí, por mi sentir o por lo que me pueda pasar, pero: ¿Y ellas?. Al parecer alguna vez no se sintieron queridas sin antes pensar lo peor.
Esta reflexión me devolvió a la interrogante: ¿Qué tan desacostumbrados estamos en recibir afecto? Al parecer, es más de lo que creemos. Y esa certeza nos golpea cuando hay tantos motivos para querer, abrazar y demostrar que estamos ahí. Cuando queremos no es por ninguna razón ajena al sentir.
Las palabras apropiadas se esconden, o tal vez no existen. No es porque necesitar un favor o no desear reclamos. No convencen las muestras de afecto como preámbulos de malas noticias, porque a veces sólo son eso, muestras de afecto.
Tenemos que multiplicar los sueños, sin ponerles fechas ni motivos especiales, como el día del amor o el día de las madres. Creo que todos los días son buenos para querer y debemos prepararnos para recibir y brindar afecto.
A veces se nos va la vida esperando el momento justo para hacerlo o lo dejamos pasar en reclamos, sin valorar que el momento indicado es hoy, o como dicen “Quizás para mañana” Tal vez, entonces, sea tarde.