Las aventuras del doctor Alquitrán

Tras aquel chorro azul la varita azul desapareció por donde mismo había aparecido. Entonces se reunieron todos al rededor del Peñón con ruedas, ahora azul

Doctor Alquitrán: -Emerson Vandalis, nunca antes habíamos estado en situaciones como estas, así que perdonarás que algunas veces te haya llamado Maximiliano, la verdad es que no sabía si hablaba conmigo mismo en voz alta o contigo.

Vandalis: Eso no e’ na’ su majestad.

Tremendo Gordo: -Pero usted tiró p’alante jefe.

Ex-umpire: -Los tígueres del play hubienran dicho, ¡ese es de los que se cuadran mal, pero hay que cubrirle lejos¡.

Doctor Alquitrán: -No perdamos más tiempo, veámonos donde mister Moronta. Ah, y por supuesto, que supla, como tu dices Vandalis, las frescosas.

Vandalis: -¿Y qué haremos con mi “voiture”?

Madmoiselle Lanuí: -El color azul le favorece. Es sólo cuestión de lavarlo bien, un chin de cera y como nuevo.

Tremendo Gordo: -Cero cera. A un tanque de guerra no se le pone cera.

Vandalis: -El peñón es como la yerba mala.

En ese momento se oyó un aparatoso ruido, como si hubieran explotado varios montantes a la vez y casi dando un salto, sacudiéndose como un viralata ante su amo, el peñón con ruedas prendió y todos reaccionaron espantados. Entonces Emerson Vandalis se acercó por la puerta del chofer a su voiture, mientras decía mostrando un control remoto con bombillitos rojos: -No se asusten, es una nueva adaptación que le hice. El peñón ’tá vivo.

Doctor Alquitrán: -Tá más vivo que nunca.

Todos rieron, mientras Vandalis se montó en su voiture y cerró casi con cariño la puerta.

Emerson Vandalis: -Nos vemos donde mister Moronta.

Como en la toma panorámica final de un clavo de Hollywood, se vio al peñón con ruedas alejarse, haciéndose cada vez más pequeño por la 27 de Febrero.

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