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Las aventuras del doctor Alquitràn

Aquello fue épico, realmente inolvidable.

Ver una bola azul caída del cielo, comenzar a crecer y convertirse en una mole azul que ocupa completamente el cruce entre la 27 de febrero con la Abrahan Lincoln, ya es bastante para no dormir más, pero ver esa enorme mole azul juntar labios nada mas y nada menos que con Vandalis, además de épico e inolvidable, es historia patria.

Mitológica la explosión de aquella enorme mole azul, precisamente en ese lugar -Lincoln con 27-, atestado de publicidad, pantallas y vayas gigantes, relojes enormes, edificios, árboles y un constante cruce de vehículos de todo tamaño, así como muchísimos peatones siempre tardes, pues todo lo que cruza por allí, va con esa premura de quien va tarde, es realmente ese punto de Santo Domingo donde todo se cruza con todo, donde siempre es la hora pico.

Pues nada mas y nada menos allí, explotó y de qué regada forma, aquella mole azul al ser besad por Vandalis. Sí, aquello fue el reguero del siglo.

Nadie puede olvidar ese momento en que tras la ensordecedora explosión azul y los instantes de silencio casi absoluto que siguieron a ella, uno de los tígueres que salían de la parte más baja de aquella esquina, mientras todo poco a poco se reponía, embarrado hasta los tuétanos de azul, dijo: -‘Ta muy bien, Licey campeón, pero ya se acabó la temporada. ¿Y ahora qué?

En el centro del desparpajo azul comenzaba a moverse un Vandalis como todo el que presenció aquello, cubierto, empapado, chorreando, goteando azul por todas partes y caminó lentamente hasta un Peñón con ruedas ahora azul, como sus compañeros, (Ex-umpire y Tremendo gordo) quienes a penas se movían y lo miraban como quien no cree lo que ve. De pronto Vandalis dijo: –Nunca me gustaron las gordas.

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