Ventana

Giovanny Cruz en primera persona

La autora deja en manos del lector una entrevista al viceministro de cultura Giovanni Cruz transformada en un monólogo en primera persona del singular: Aquí va su vida y sus desafíos como figura cumbre del teatro dominicano.

La autora deja en manos del lector una entrevista al viceministro de cultura Giovanni Cruz transformada en un monólogo en primera persona del singular: Aquí va su vida y sus desafíos como figura cumbre del teatro dominicano.

Nací en un campito de Moca llamado el Caimito. Allí éramos muy pobres, debo admitirlo. Mi madre y mi abuela escribían versos. Eran estrofas campesinas, de esas de entonces, con ritmo y rima, por lo que la literatura jugaba un rol importante en mi familia.

Mi madre, además de poeta, era costurera y diseñadora. Mi padre se ganaba la vida como constructor de carretera y contratista. Yo lo acompañaba en sus viajes al interior del país y esto me hizo conocer el corazón de mi país.

En esa época padecí de tricocéfalo en los pulmones, por lo que mi familia pensaba que moriría joven y me dejaron leer mucho. Hay libros que descubrí desde los ocho años aunque no estaban a mi altura.

Recuerdo que a los 9 años me acerqué a una novela sobre la Segunda Guerra Mundial titulada “La Noche Quedó Atrás”, la cual me hizo crear mí propio universo. No me dejaban jugar béisbol. Ni podía compartir con nadie. Eso me permitió crear mi propio mundo.

Inventé personajes, hacía muñecos con papel y madera. Comencé a leer y a escribir mi experiencia. Y como no morí, me quedé con todo ese conocimiento.

En uno de los viajes de la familia, nos quedamos a residir en Nagua de forma permanente.

A los doce años inicié mi carrera artística. Dirigía las veladas culturales del colegio Belén en Nagua, siendo un estudiante de primaria, o sea, que la condición de director nació ahí.

En 1969 vine a la capital y estudié teatro en la Escuela Nacional de Arte Dramático. También cursé estudios de Animación Cultural en Colombia. He hecho cursos avanzados en varios países, entre ellos, la Unión Soviética. Además inicié la Universidad en la carrera de Química. No la terminé pero me sirvió de algo: mi pasión por la ciencia me llevó a realizar obras importantes como: “Cabe Dios en el Mundo de la Física Cuántica”, y “El mundo paralelo”.

Cuando les comunique a mis padres que abandonaría aquella carrera universitaria, fue horrible. Mi padre que esperaba de mí obtener el Premio Nobel en Química, me castigó durante dos años. Nunca respaldo mis estudios de teatro y le regaló a cada uno de mis hermanos un carro al día siguiente de decir que ya no iba a estudiar química, excepto a mí...

Recuerdo que me trasladaba todos los días del Ensanche Honduras (donde vivíamos) a Bellas Artes a pie y regresaba a pie porque no me daba para el pasaje.

Llevaba dos años estudiando actuación en Bellas Artes y ya había participado en mi primera obra llamada ‘‘Petronio: El Arbitro de Elegancia Griego’’, en la cual interpreté al protagonista quien se suicidaba en escena y eso me marcó. Ahí comencé a pensar como profesional de actuación.

Recuerdo que siendo estudiante e tercer año de la escuela de teatro, el periodista y director, Joseph Cáceres, me invitó a la obra “Dos Viejos Pánicos”, del cubano Virgilio Piñera, en la cual actué junto a Nadime Nader.

l demostrar que el arte era algo muy serio para mí, mi padre se convirtió en mi primer espectador, y fue quien más me respaldaba. Luego de cuatro años estudian[1]do actuación, asistió a una de mis funciones y al verme actuar, se sintió muy orgulloso.

Vida Profesional

Aunque empecé escribiendo poesía, el género que me llevó al éxito fue el teatro. Letras y dramas han sido a los que más tiempos requieren. He combinado la literatura con el teatro, de ahí mi faceta como dramaturgo.

Con el transcurrir del tiempo, me siento más escritor, por lo que mi nombramiento como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua es el resultado de mi condición de dramaturgo, narrador y de poeta, además de investigador.

Tengo investigaciones muy precisas sobre Shakespeare, Cervantes, Física Cuántica (para no dejar nunca de ser químico y físico) y de los viajes de Colon.

El día que me inicié como académico me informaron que escribiera mi ponencia sobre la religión popular. Nunca pensé que a la Academia le iba a interesar este tema y, como guardaba varias investigaciones al respecto, las organicé y reescribí y esa fue mi ponencia: “La religión popular dominicana y su reflejo en la escena nacional”.

Mis obras literarias abarcan todos los géneros. He escrito 22 libros y algunos con mucha soga, como por ejemplo: “Los cuentos del otro” (Alfaguara, 2011). Esa obra contiene 13 relatos de diversos temas. Otro libro, “Códices en las Cortesías de Mis Libros” (2018) ganó el Premio Nacional de Cuento.

Publiqué un ensayo sobre el teatro de Juan Pablo Duarte, quien protagonizó la única revolución independentista del planeta que sale de un escenario. Para mí lo más importante de todo esto el conocimiento, no hay nada de mi quehacer creativo que no me rete al conocimiento. Me en[1]canta el arte, pero soy lo suficientemente diestro como pintor.

Soy esclavo del conocimiento, un estudioso, y me digo siempre que soy también un gran ignoran[1]te, porque cada vez que empiezo un proceso de investigación me doy cuenta de que no sabía nada, por eso siempre hay que investigar. Desconozco mucho más de lo que conozco. La primera obra que escribí a nivel profesional se llama “Demonia”, acerca de los traumas personales. Y la primera como director fue “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca.

El personaje más demandante de mi carrera lo fue “Calígula”. La pieza fue dirigida por un salvadoreño llamado Danilo Castro. Cuando él me dio el personaje me sentí muy bien. Es un sueño de todo actor personificarlo. Pero después, incluí esa pieza teatral en mi repertorio como director.

Lo más reciente que hice, muy difícil, es protagonizar “El Vestidor”. Y la primera gran obra de teatro que escribí fue “Amanda”. Muchos afirman que marca un antes y un después en el teatro dominicano. Como narrador he publicado también la novela “Carrusel de duendes, difuntos y olvidados” (2016) con la que me gané el Premio Santuario. También se me otorgó en dos ocasiones el Premio Nacional de Dramaturgia.

Soy escritor, sin importar el género. Escribo por la necesidad imperiosa de comunicarme. No vivo de la literatura, la literatura vive de mí.

La mayor herramienta del escritor es la palabra y es complicado dominarla. Por eso siempre estoy estudiándola; es mi forma de comunicarme; es algo vital para un escritor.

Así como se habla de que el francés es el idioma del amor, el idioma de la literatura en español.

En el proceso de escritura me voy entregando, introduciéndome en cada palabra y personaje, por eso no salgo nunca incólume, siempre estoy tocado.

A veces he tenido personajes complicados, que van a morir o se van a suicidar, y he querido salvarlos, pero llega un momento en que se oponen. Yo defino su perfil, pero llega un punto en que ellos tienen vida propia y no puedo alterarlos sin traicionar su historia.

Me pasa con frecuencia que hay finales que no me hacen sentir conforme, también hay personajes a los que les tengo desprecio, no me gustan, me parecen arrogantes, necios, estúpidos y son personajes que he creado, pero en un punto de la historia cobran vida.

El personaje de Aurora en “La Virgen de los Narcisos”, me costó mucho trabajo. Es de una pieza dramática que trata sobre una chica que vive en Moca y se suicida entre un jardín de narcisos, y el resto, es un recuento de que lo que la llevó a ella a esa posición.

Me identifiqué tanto con su historia, que llegué a plantearme que no merecía morir y luche por hacerlo, hasta sentí que se me aparecía y me decía “tú no puedes salvarme”. Actualmente tengo tres guiones de cine y dos en casas productoras. Uno de ellos es “Amanda” un drama muy importante y otra es la comedia “El Diablo ya no vive aquí”.

Hay una tarea pendiente con la literatura dominicana y es su ex[1]portación. En el país se escribe una de las mejores de habla hispana.

En teatro, aquí ocurrió la primera manifestación teatral del continente. El teatro nacional es antiguo, tiene una gran tradición, pero falta exportarlo. Lo mismo ocurre con los actores y actrices. El teatro dominicano no es segundo de nadie en ninguna parte del mundo.

En términos generales pienso que las actrices nacionales superan a los actores. Damas inspiradoras como Carlota Carretero, Delta Soto, María Castillo, Karina Noble, Elvira Taveras, son referentes de lo mejor de lo mejor.

Entre los actores, que gozan también de mucho talento y presencia cito a Jesús Lizano, Salvador Pérez Martínez, Rafael Villa[1]lona, Augusto Feria e Iván García. Son actores icónicos, gente que admiro, que cuando los he visto en escena, he aprendido de ellos.

También he tenido muchas pareja escénicas; hice mucho teatro con Car[1]lota Carretero, Giamilca Román y Karina Noble. Con esas tres actrices acoplé una buena mutual en el escenario.

Cuando se trata de dirección teatral, Rafael Villalona y Delta Soto, quienes lamentablemente fallecieron, fueron una pareja formidable.

Pienso que también Manuel Chapuseax y Nives Santana, actores y directores teatrales muy importantes para la historia dominicana con grandes aportes, igual me pasa con Claudio Rivera y Viena González.

Mi libro preferido es el “Quijote”. Después vienen “Crimen y Castigo”, “Ana Karenina” y “Resurrección”. Admiro la dramaturgia de Albert Camus, aunque William Shakespeare es el gran maestro del teatro moderno.

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