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Dos vidas, de Enmanuele Trevi

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Darío Jaramillo AgudeloTomado del blog Gozar Leyendo

Emanuele Trevi (Roma, 1964) es un escritor italiano, de quien Sexto Piso publicó antes Algo escrito y de quien la misma editorial publicó más recientemente Dos vidas, un breve y hermoso libro en el que se refiere, no con intención biográfica, a dos escritores de su generación. No es un libro académico tampoco. Ni biografía ni ensayo, este hermoso libro es un libro sobre la amistad. La traducción se debe a Juan Manuel Salmerón Arjona.

Trevi comienza hablando de Rocco Carbone: “era una de esas personas que están destinadas a parecerse, con el paso del tiempo, cada vez más a su nombre. Fenómeno inexplicable pero no tan raro. Rocco Carbone hace pensar en un estudio geológico. Y muchos aspectos de su carácter nada fácil sugerían una obstinación, una rigidez de reino mineral”. Cuenta que Rocco tenía “verdadera fobia al adorno”, que no tenía nada decorativo en su casa, ni cuadros, y sólo los muebles estrictamente necesarios. Su lado oscuro: “hasta donde él sabía, ni siquiera su infancia estuvo del todo a salvo de ese compañero secreto, de esa sombra anuladora, de esa horrible e inútil sanguijuela que es la infelicidad (…). El grandísimo, casi asombroso talento para la amistad que Rocco tenía se formó pronto y le granjeó las primeras relaciones importantes. Era muy buen estudiante, le gustaba leer, tocaba bastante bien la guitarra clásica (…). Pero esa constelación de hechos positivos, o por lo menos normales, se disponía en torno a una especie de agujero negro que absorbía toda su energía vital y la convertía en un pesado, inerte y desesperado malestar existencial que le hacía ver el futuro como si fuera la irremediable repetición de un presente insoportable”. Rocco es la primera de las dos almas que le dan título al libro.??Desde muy temprano, Rocco “se había adentrado en estudios muy sofisticados de teoría literaria o, mejor dicho, de análisis semiológicos o semióticos literarios (…). El ideal o la fantasía de una ‘ciencia de la literatura’ aún tenía predicamento cuando Rocco iba a la universidad. Mi total incomprensión de aquella disciplina árida fue motivo de interminables disputas entre nosotros, que duraron años. ‘¿Para qué te sirve todo eso?’. ‘¿Es importante?’. ‘Importante, ¿para qué?’. ‘¿Para saber?’. ‘¿Para saber qué?’. Y así infinitamente”. En principio Rocco se dedicó a esa ‘ciencia’ e iba para profesor pero, dice Trevi, “cuando agotó la energía que necesitaba para apropiarse de ella, descubrió que no le interesaba absolutamente nada: ni la estructura del cuento ni la cátedra universitaria”. “Hipócrita y jerárquica, por no decir servil, la vida académica no estaba hecha para él”. Abandonó la semiología y “con el mismo empeño y la misma sistemática aplicación con los que se metió en la cabeza aquellos abstrusos conceptos y definiciones de la lingüística y la semiología, se puso a escribir su primera novela”.??Comenta Trevi que a Rocco nada le satisfacía y que era muy susceptible. Demasiado descontento de sí mismo y, a la vez, demasiado pendiente de sí mismo. “La felicidad debería consistir en prestarnos cada vez menos atención. ¡Nada de conocernos! Cuanto menos sepamos quiénes somos y lo que queremos, más felices seremos. En todos los años que duró nuestra amistad, yo siempre le deseé a Rocco que fuera un poco más inconsciente”.??Cansado del egocentrismo de Rocco, Trevi se alejó de él algunos años. En 2002 recibió de Rocco su segunda novela, que lo entusiasmó y sirvió, además, para volverlos a juntar.??Por la misma época, Pia publicó su traducción del Eugene Oneguin de Pushkin, que fue muy bien recibida. Dice Trevi que “escribir sobre una persona real y escribir sobre un personaje imaginario es, a fin de cuentas, lo mismo”. Y añade: “de una cosa estoy seguro cuando escribo, y mientras escriba, Pia estará aquí, su presencia será tan patente como la de la mesa o la lámpara. Cuando, en cambio, pienso en ella, estoy yo solo pensando en ella, todo está en mi cabeza, y al otro lado del hilo hay solo ausencia. Y cuando sueño con ella pasa lo mismo, es otra parte de mi yo que recrea su Pia. Por eso deduzco que la escritura es un medio singularmente apto para evocar a los muertos y aconsejo a quien eche de menos a alguien que haga esto: no pensar en esa persona, sino escribir sobre ella. Enseguida verá cómo el muerto se siente convocado por la escritura, cómo encuentra siempre la manera de aparecer en las palabras que escribimos sobre él y se manifiesta como por propia voluntad, cómo no somos nosotros los que pensamos en él, sino que es realmente él, que aparece”.??Al final, con casi dolor y casi nostalgia, Trevi comenta: “como flores de manzano que la brisa se lleva, también los recuerdos de las personas a las que conocimos tan bien que la costumbre se volvió un reflejo condicionado vuelan y se alejan con una rapidez inconcebible. Pensamos que hemos acumulado muchos que son tan numerosos y vívidos que no se extinguirán nunca, y de pronto no nos queda más que un revoloteo de imágenes inciertas y fugitivas. Formas de memoria tan insignificantes y menudas que equivalen al olvido. Toda la carga de la prueba recae sobre los hombros de los que quedan. ¿De verdad existieron esas dos personas, Rocco y Pia? ¿Y de quién podemos afirmar con certeza que tuvo una vida feliz o infeliz? ¿Acaso, con todas las emociones que experimentamos, de todas las palabras importantes, no son verdad también las contrarias?”. Ah, el mismo Trevi se contesta, aparentemente hablando de otra cosa: “todo lo que de verdad es solemne en la vida carece oportunamente de solemnidad”.

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