Las aventuras del doctor Alquitrán
Sentado en su escritorio, el doctor Alquitrán exponía todo a una Madmoiselle Lanuí vestida toda de negro, sin gafas. Sus ojos hacían que todo a su al rededor fuera muy agradable, incluso las paredes del bunker: sus ojazos negros parecían arte de vanguardia.
Doctor Alquitrán: -Como ya le dije, las lenguas hablan solas, sólo hay que ponerles atención.
Madmaselle Lanuí: -Como ya le dije, Dr Alpiste, perdón doctor Alquitrán, no me está usted diciendo nada.
Un risueño doctor Alquitrán se paró de su sillón y me ordenó: -Cierra todo, Vandalis.
Mientras esto, un olor dulzón se apoderó de la oficina. Al volver, sobre el escritorio del doctor estaban ahora varios dulces como los que mostraba mister Moronta en su colmado. De pronto, el doctor Alquitrán sacó una pequeña botella de su neceser y roció algunas gotas sobre los dulces. Un fuertísimo olor a sicote nos abofeteó a todos sin piedad. Madmoiselle Lanuí muy aturdida gritó: -¡Fo, qué bajo!
Doctor Alquitrán: -Resistencia, Madmoiselle Lanuí, resistencia, nada se ha logrado sin resistencia. Son copias de sus dulces con berunte de maritoquina, una sustancia que altera las percepciones y provoca dependencia inmediata, más que la cocaína. De hecho, los refrescos gaseosos tienen berunte de maritoquina, con razón los comparan con la cocaína. La maritoquina no resiste la acetona, unas gotas de acetona y zas, se descompone, como ha sucedido bajo nuestras narices.
Ahora, Vandalis abrió algunas puertas y ventanas, y prendió no pocos abanicos.
Doctor Alquitrán: -No queremos que desfallezca, Madmoiselle Lanuí.
Casi volando, Vandalis el resto de las puertas y ventanas y encendió cada abanico del bunker, con la urgencia de quién salva vidas.
Dr Alquitrán: -Estamos frente a no cualquier enemigo, es más grande que los refrescos gaseosos.
Vandalis: -Mantenga el enfoque, doctor Alquitrán, mantenga el enfoque.