El poeta Ángel Haché
La poesía escrita de Ángel Haché es muy poco conocida. Su impronta en el teatro, en las artes visuales y en el cine, colocan en un segundo plano su creación literaria. Esto de ninguna forma opaca su escritura, su forma de acudir al lenguaje metafórico para retratar la controversial hermosura que corría por su memoria, junto a su constante rebeldía como artista, sus inquietudes revolucionarias y su pasión por su compañera de toda la vida, la pintura Elsa Núñez.
La obra poética de Ángel Haché fue breve y milticorde. Las palabras acudían a su memoria cada vez que algún tema no lo dejaba en paz. Y cuando salían de su mano rumbo a la página en blanco eran signficativas, propias de alguien con mucho que decir, dispuesto a plasmar sus sentimientos por encima de la estética hermetista.
Lamentablemente, su voz no quedó impresa para relatar sus inicios en la escritura. Sin embargo, en la lectura de los textos que integran su reciente libro publicado, “Poemas”, es evidente comprobar que los textos dedicados a su compañera de toda la vida, iniciaron su carrera poética.
He aquí algunos de ellos, pertenecientes a su hermoso canto titulado “Poema a Elsa Núñez”:
“Me revolcaré en tus líneas dibujadas
en tus grises, azules y violetas,
en la arena tostada de tus lienzos
penetraré en tu universo de formas,
viviré en silencio en tus colores,
y cuando esté saturado de princeladas,
saldré flotando.
¡Y la tierra palidecerá de envidia!
Sus simpatías por la llamada Revolución de abril de 1965 fue otro hecho importante en su trayectoria vital que lo llevó de nuevo a la poesía. Esta vez su creatividad, mucho más directa fue representada en cantos a quienes no tenían voz, o les impedían alzarla. Un fragmento de su poema “Horas blancas” puede servir de ejemplo para enfrentar la temámita social:
“Llego el tiempo de cantar el sudor que hierve
dentro de los músculos,
de cantar a los que, sabiendo, nos ofrecen
sus caras sedientas dea ayuda,
es tiempo de que cantemos a la humanidad,
y gritemos cuando nuestro canto se dirija
a las cadenas rotas por la lucha y limpias
por la sangre…
Es la hora del segundo.
El momento de amar a los que no aman
porque no son amados.
Es el momento de desnudarnos.
De ofrecer nuestras manos y unirnos
en un solo cuerpo”.
A pesar de estas propuestas estéticas, el contenido de sus textos que integran la colección “Figuras de cartón” (1965) evidencian la presencia de un autor capaz de trascender la emoción directa para incluirse en los misteriosos rumbos de una poesía mucho más reflexiva. Es esa poética sugestiva, intensa, de pocas palabras, donde todo puede interpretarse o dejarse a la libre interpretación de lector. Son escritos surgidos del tesoro mayor de un artista incansable capaz de pensar detrás de las palabras. Un ejemplo puede ser:
“a veces pienso que no tenía ojos,
que mi carne no era mi carne,
que solo tenía el pellejo que cubría mi existencia
que yo no existía y que no existía EL OTRO”.
o
éramos como muñecos
títeres halados por la mano de la muerte
que se movían de la muerte”.
La presente edición
Este manojo de versos que hoy pueden ver la luz gracias a la impronta de su esposa Elsa Núñez, aparecen en una hermosa edición debidamente ilustrados por diversas obras pictóricas de su preclara creatividad, siempre vinculando el contenido del texto a determinada obra en específico.
En estos versos se pueden encontrar temas y motivos varios, para satisfacer gustos y para advertir tendencias, rituales y paralelismos con otras ramas de la cultura y la actividad vital. Ese es el poeta que queda, el profesional que incursionó con entusiasmo todos los géneros literarios porque para él: “el arte era como el aire y llegaba con una música distinta para ser trascendido en la misma forma en que llegaba”. En mi caso personal, prefiero al Ángel Haché amatorio, al dramaturgo que dedicó algunos de sus mejores textos a la esposa de toda su vida, ya bien deslumbrado por su personalidad o impresionado por sus valores culturales y simbólicos.