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Balaguer: un hombre de Estado

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Rosa DominguezSanto Domingo, RD

Los días en el Palacio Nacional eran agotadores, no había descanso. Todo se hacía con mucha rapidez. El doctor poseía una gran capacidad de trabajo y una inteligencia no común. Le gustaba la lectura, amaba los libros y todo el que le conocía, lo agradaba obsequiándole uno. Pienso que no tenía un género favorito, leía de todo.

Un día estaba despachando algunos asuntos, y me dice: “Rosa tú hablas francés? “No doctor. Entiendo algunas palabras, para mi es más fácil el inglés”. Le respondí, pensando que tenía algún interés especial en conocer un documento escrito en ese idioma. “Búscate aquí en el escritorio un libro que me acaban de regalar y empieza a leerlo”. Así lo hice, pero para mi sorpresa, ¡¡¡¡era un libro escrito completamente en francés!!!!

“¿Doctor este libro está en francés, usted desea que lo mande a traducir para luego leérselo?” “No Rosa, me respondió con una sonrisa, empieza a leerlo tal y como está escrito”. Todos los días leía diez y quince páginas hasta que al cabo de unos días lo terminamos. Él escuchaba pacientemente esta lectura como si se tratara de un libro escrito en español.

Debo confesarles que realmente eran desafíos que a menudo afrontamos en el despacho presidencial.

Un tiempo después, mi compañera y yo leímos dos tomos de un libro escrito en italiano.

Nunca le pregunté cuántos idiomas hablaba, pero sí les aseguro que hablaba el francés con fluidez, pues en varias oportunidades le oí hablar con alguien al teléfono en ese idioma.

Era de poco hablar por teléfono. Tenía en su escritorio uno que timbraba pocas veces y en su gran mayoría, eran llamadas equivocadas. En muchas ocasiones el sonido del teléfono nos interrumpió siempre que estábamos trabajando y en dos oportunidades le oí decir: “usted está equivocada, está llamando a la Funeraria Blandino” y en otra: “Revisé su número, esto es Salud Pública” y continuaba con sus dictados. Esto me indicaba que detrás del Balaguer de personalidad sobria, existía uno que de vez en cuando tenía un gran sentido del humor.

Cada día a su lado, era de aprendizaje. Como mi jefe, supo guiarme de manera adecuada para poder manejarse en un ambiente que a veces se tornaba hostil. Una vez le dije que tenía muchos documentos pendientes de firma, y me respondió: “ven para firmarte”, pero mientras lo hacía me expresó “tienes que darle seguimiento a todo esto que te estoy firmando. ¿Confirma que hayan acatado la orden y hayan resuelto cada uno de los casos que te firmo, me entendiste bien Rosa?”. “Si doctor, así se hará”. Siempre que firmaba expresaba la misma frase, “denle seguimiento hasta el final”. Él siempre estaba pendiente de esos detalles como un gran conocedor de las situaciones que a veces se presentan cuando se administran las cosas del Estado.

Un día normal de trabajo me pasa un decreto de pensión honrosa de militares por antigüedad en el servicio, que ya había sido publicado, para que lo archive. Al recibirlo noto que en ese listado aparece un joven coronel de la PN, de apellido Duval Feliz, mi vecino. Me sorprendió verlo ahí con apenas treinta y pico de años de edad. Le dije: “doctor aquí hay alguien muy joven y usted lo pensiono por antigüedad”. “Y tú lo conoces?”. “Claro doctor, es mi vecino y su esposa es doctora, una gran amiga”, le respondí con seguridad. “Tú estás segura de que es un hombre joven, tú no me estas mintiendo? porque es la palabra tuya contra la del jefe de la Policía”. “Doctor nunca le he mentido, además, usted tiene todos los servicios de inteligencia. Mande a investigar y verá que tengo razón “. Hizo un silencio y al final me dijo: “vete donde el asesor militar y que revoquen de inmediato la pensión de esta persona”. Confió en mí, pero lo más importante, no permitió esa injusticia. ¡¡¡¡Así actúa un hombre de Estado!!!!

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