Ciudad de parques
Desde pequeño, adquirí la costumbre dominguera de salir a pasear. Me ponía mi chacavanita y me montaba en el carro con mis padres y hermanas para recorrer la ciudad.
La ruta casi siempre era la misma: Paseo por el malecón, caminar un rato por la calle El conde viendo tiendas; luego mis padres tomaban café, nosotros dulces y refrescos, después dábamos todos una última vuelta en carro al Parque Independencia y regresábamos a casa.
El parque es un referente muy fuerte en nuestra cultura. Solo hay que pensar en las connotaciones de las palabras “vamos pal parque”, para percatarse de ello. Podrían ser desde una insinuación sexual, hasta una invitación muy sana a discutir asuntos personales o a perder el tiempo y filosofar un poco, pero digámoslo más con nuestra forma de hablar: sentarse en el parque a coger fresco y hablar un chin de plepla.
Soy de los que piensan que esa es una de esas actividades que dan sentido a la vida.
Para mí generación, las palabras Parque Independencia, están entre las más usadas por los capitaleños.
Ahora bien, ¿porqué no podemos ser más bondadosos? Los parques están sobre la tierra y pueden ser hechos con mayor conciencia aun. Solo frecuentamos los levantados a cementazo límpio contra la tierra, como si tratáramos siempre de someterla, de sepultarla.
¿Qué nos hizo la tierra a los capitaleños? ¿Por qué la hundimos constantemente en cemento, sin parar? No estoy contra el desarrollo urbano experimetado por la capital en los últimos tiempos, pero creo que se pueden hacer las mismas cosas sin llenar los campos de cemento, o siendo más considerados.
Es muy cierta la importante presencia de los parques. Ahora nos toca hacerlos más naturales, más cercanos a la tierra, para que existan menos en conflictos en ella.
No se trata de sepultarla. Somos una isla donde la tierra nos cubre y nos protege de los ruidos que inundan las urbes. Entonces, como somos una ciudad de parques, debemos llevarle más verde. Hagamos espacios de recreo como la naturaleza manda.