El legendario río Ocoa
El río Ocoa nace en la loma la Chorreosa, en la estribación sur de la Cordillera Central a 1200 metros de elevación, al Norte de San José de Ocoa. Bordea el municipio por el flanco este. Su recorrido, lleno de prosa, versos, vida y hermosura alcanza 68 kilómetros hasta llegar a su desembocadura en la Bahía.
Sus aguas fluyen pendiente abajo por un serpenteante, angostos y laberíntico y cañón que las transforma en una turbulenta y espumosa corriente, imponente y veloz que vibra junto con el alma del pueblo.
Es una importante corriente fluvial de la República Dominicana. Varios tributarios contribuyen a engrosar su caudal, recibe las aguas bienhechoras del río el Canal y, luego, de su paso por el municipio, confluye con el Arroyo Parra, río Banilejo, Arroyo el Limón y Arroyo Blanco.
Su cauce medio y bajo se mueve de barranco a barranco y sin control. Su lecho ha sido transformado y está saturado de arena y grava fruto de la perenne erosión de las montañas, siendo la vegetación la gran ausente.
En una tarde cualquiera reflexionaba sobre la triste realidad y deterioro que acusa esta importante fuente fluvial de nuestra provincia.
En silencio estaba cuando de momento escucho un leve susurro proveniente de su escaso caudal, y dije en mis adentros: “pareciera que el río quiere confesar algo”. Aguzo mis oídos y efectivamente inicia su relato.
Escucho su voz de agonía: “Sube a mi cabecera y veras que me están quitando los bosques que me daban sustento y protegían mis suelos; han incinerado los herbazales, cortado árboles y arbustos, han eliminado mi hermosa cabellera, me han trasquilado y desfigurando el rostro, por eso ya no puedo mostrarte, como antes lo hacía, el abrazo tierno de las blancas y copiosas neblinas con los pinares y el bosque que adornaban mi nacimiento, ya no escuchas mi canto….se ha transformado en llantos.
“También notarás que después de la lluvia por mi maltratado y pedregoso lecho ya no corren las frescas y cristalinas aguas. No puedo retener los torrentes, se escapan de mi cuerpo desnudo los suelos convertidos en lodo hasta el mar donde provocan severos daños a la vida. Tú sabes que no es mi culpa.
“¿Recuerdas? mis aguas eran abundantes y limpias. Me sentía gozoso cuando la gente disfrutaba plenamente mis bondades, cuando saciaban su sed y disfrutaban de sus baños placenteros. Vivíamos en armonía, ellos conmigo y yo con ellos. Se lamenta y dice, ahora todo es distinto. Siento que me miras, en lugar de aguas solo veo lágrimas. Lágrimas de impotencia, de dolor y de melancolía por el glorioso pasado que cada día es un más lejano recuerdo.
“Más abajo, desde la angostura hasta la bahía, me roban la arena y la grava de manera inmisericorde, me han alterado mi cauce, he perdido el rumbo, ahora mis aguas turbulentas oscilan de un lado a otro, han debilitado mi capacidad de guardar y almacenar mis aguas subterráneas y todo esto agrava mi existencia.
“Si observas mis riberas, la arboleda se esfumó, en mis orillas ya el abey no exhibe las encendidas flores amarillas, los robles, las javillas, los cedros, los memisos, los guayacanes y los nogales no brindan su verdor ni su magia, sin percatarme he perdido el aroma y la fragancia de los jobos maduros y también el olor de la guayaba. Han dejado mi lecho desolado, no puedo proteger el agua que apenas fluye por mi cauce de los haces calcinantes del Astro Rey, la calienta y a sorbos vaporosos se la bebe, trago a trago, día a día.
“Muchas veces he reaccionado de manera violenta, en 1979, 1998 y 2007, en cada ocasión he destruido puentes, he causado severos daños a la agricultura, inundaciones, arrastres de tierra, de árboles, destruido casa y propiedades. También, mi pueblo ha sufrido mucho por mis furias, todo esto lo he ocasionado no porque quiero hacerle daño a mi gente, pero es que me han quitado la capacidad y las herramientas para controlar las grandes lluvias que se precipitan en mi cabecera.
“Mi pueblo sabe que mis aguas brindan soporte a la producción de alimentos en la Horma, las Malaguetas, el Montazo, la Angostura, Sabana Larga, la Sabana, el Guazarabal, la Barra, el Alambique, Tumbaca, arroyo Palma, los Ranchitos, la Mayita, el Cruce, las Carreras y hasta vastas extensiones al Oeste de Peravia.
“Los agricultores riegan sus cosechas con mi escaso caudal. De mis aguas subterráneas el pueblo sacía su sed y dos embotelladoras generan beneficios, pero todos son indiferentes, nada me devuelven para yo recobrar mi salud y curar mis profundas y centenarias heridas.
“Algo importante y triste, es que hicieron desaparecer mi diversa fauna acuática. Me sentía orgulloso de mantener en mi lecho tantas especies de peces. Ahora he quedado sin aliento. En mi lecho solo quedan piedras y cascajo, casi se me ha ido mi último hálito.
“Desde mi nacimiento envenenan mis aguas con agroquímicos, arrojan todas las inmundicias, excrementos, grasas y aceite de motor de los lavaderos de automóviles.
“El río no paraba de correr y de lamentarse también, declara, no entiendo las razones de tantos maltratos que recibo, si siempre le he brindado a mi amado pueblo todo lo bueno que poseo, hasta mi nombre se lo he dado, por eso los aborígenes me nombraron agua entre montañas, ellos vivían en armonía con la naturaleza, por eso me cuidaban e idolatraban.
“En 1980, publicaste un escrito alertando la deforestación. Hablabas del desastre ecológico, pero nadie te escuchó ni tampoco te hicieron caso, de eso hace 41 años y, ahora los hechos hablan por ti.
“Pocos entienden mi naturaleza, que soy un río que tengo que descender desde altas montañas y en un corto recorrido llego a la llanura, eso me obliga a ser veloz y turbulento, que para controlarme tengo que estar bien vestido, no desnudo como han dejado mi cuerpo”.
Para despedirse, el río me susurra sus quejas y se lamenta; percibo que mi pueblo ha perdido la capacidad de asombro, no valora ni cuida lo que tiene, y se encamina inexorablemente hacia un futuro incierto y sobrecogedor.
El rio me dejó perplejo, desolado, preocupado, asustado y lleno de preguntas.