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Capablanca: la máquina de jugar ajedrez

Este artículo se publica en recordación del 133 aniversario del nacimiento del inmortal ajedrecista cubano José Raúl Capablanca, excampeón mundial del juego ciencia.

Nelson Pinal Borges, MI & FIDE TrainerSanto Domingo, RD

Mucho se ha escrito acerca del niño cubano que aprendió el Ajedrez a los cuatro años de edad con sólo ver jugar a su padre en las hermosas tardes habaneras. Leyendas, mitos y poemas abundan sobre el ilustre personaje que nació el 19 de noviembre 1888, y ya a los doce años era Campeón Nacional y posteriormente Campeón Mundial en 1921.

Según su propio relato, Capablanca aprendió a jugar el ajedrez a los cuatro años de edad, observando a su padre jugar con amigos. En el transcurso de una de las partidas, que éste jugaba habitualmente con Francisco de Paula Loño y Pérez de quien era asistente, observó que su padre movía el caballo de una manera no permitida; ante la sorpresa de todos, lo acusó de hacer trampas y pasó a demostrarle lo que había hecho. Acto seguido, el niño disputó una partida de ajedrez con su padre y lo venció.

José Raúl Capablanca Graupera, enmarcado históricamente en una etapa de transición entre la Escuela posicional de Wilhelm. Steinitz y los hipermodernistas encabezados por R. Reti y A. Nimzowitch, constituyó algo más que una corriente ajedrecística, ya que, por su incomparable talento y facilidad natural para comprender el Juego Ciencia, se hizo acreedor de un estilo muy particular al que sólo algunos virtuosos han podido acercarse.

El ajedrez fue el lenguaje materno de Capablanca; por eso la ausencia de errores y de falsas interpretaciones posicionales en sus partidas. “Yo sé a simple vista cómo ha de tratarse una posición, lo que puede ocurrir, lo que va a suceder, otros hacen ensayos, pero yo sé, yo sé”; estas palabras del genial cubano definen claramente lo sencillo que le resultaba adentrarse en el complejo mundo de la técnica ajedrecística. Campeón del Mundo en 1921 al derrotar al alemán Emanuel Lasker, en su carrera acumuló un total de 302 victorias, 246 tablas y sólo 35 derrotas.

En 1909, a la edad de 20 años, Capablanca ganó un match al campeón estadounidense Frank Marshall (+8 -1 =14). Fue la insistencia de Marshall lo que permitió que se le dejara participar al joven Capablanca en el torneo de San Sebastián, España, en 1911. Esta era una de las competiciones más importantes de la época; todos los grandes jugadores del planeta estarían presentes excepto el entonces campeón mundial Lasker. Al inicio del torneo O. Bernstein y A. Nimzowitsch objetaron la presencia del invitado, pues el cubano no había ganado todavía ninguno de los grandes torneos. Sin embargo, después de que Capablanca ganara su primer juego precisamente contra Bernstein (en una partida que le otorgaría el premio a la brillantez), éste reconoció su talento y dijo que no se sorprendería si su vencedor terminaría en primer lugar, tal como finalmente sucedió.

Invicto durante ocho años, desde el 10 de febrero de 1916, cuando perdió en una posición superior contra Oscar Chajes, hasta el 21 de marzo de 1924, cuando sucumbió frente a Reti en el Torneo Internacional de Nueva York, la máquina de jugar ajedrez, como se le llamaba, aportó a la Teoría del Juego Ciencia importantes conceptos que hoy son baluartes de los estudiosos de la técnica del juego: comprender el ajedrez como una unidad monolítica de apertura, medio juego y final, la teoría de la Simplificación, el estudio de los Finales como cuestión primordial para mejorar el nivel de juego, así como diferentes ideas en las Aperturas prestigian su nombre.

Su última gran actuación internacional fue en la VIII Olimpíada Mundial de Ajedrez celebrada en Buenos Aires-1939. El genial jugador, con 51 años fue a la Argentina como capitán y defendiendo el primer tablero del equipo nacional cubano; logró obtener la medalla de oro individual al mejor primer tablero, por delante de A. Alekhine y de P. Keres, entre otros jugadores de la élite mundial.

El mejor juicio sobre este ajedrecista de tan fabulosa historia, lo emitió precisamente su gran rival, el excampeón mundial Alexander Alekhine, quien al conocer su muerte dijo: “nunca antes hubo ni volverá a existir un genio igual”.

Como colofón a este artículo, es bueno destacar que Capablanca, fiel a su frase: “El Ajedrez es algo más que un juego; es una diversión intelectual que tiene algo de Arte y mucho de Ciencia y es, además, un medio de acercamiento social e intelectual”. Esto lo manifestó en más de una ocasión, la importancia de impartir el Ajedrez como materia docente entre los niños de las escuelas primarias, principio que se desarrolla actualmente en muchos países donde se busca la formación integral del estudiante.

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